Ya hemos hablado de éste tipo de producto. Imágenes documentales al estilo de National Geographic, pero utilizadas por el equipo de Alistair Fothergill (director) y Mark Linfield (productor, a veces también codirige) como excusa para construir un guión a partir de recortes arbitrarios y deliberados de la realidad y del comportamiento animal. Lo hizo con “Leones de Africa” (2011), “Chimpancés” (2012) “Osos” (2014), y ahora con “El reino de los monos”.
La fórmula es bastante simple, porque todos estos animales viven en grandes grupos, manadas, etc. El hombre se ha encargado de estudiarlos para humanizar su comportamiento. Ha clasificado los animales en especies y dentro de ese universo ha logrado endilgarle estructuras básicas de organización. Así, hay estratos sociales, status, el más fuerte, el más débil, el macho dominante, otro más joven que quiere tomar su lugar, quien come primero, quién después y, claro, toda una nueva generación de simpáticos cachorros que aprende todas estas cosas.
Con imágenes impactantes registradas con cámaras digitales que dejan ver hasta la fórmula química del agua en cada gota, la excusa para el guión calcado de todas las anteriores producciones de Disneynature, se posa en la vida de los macacos e incluye posesión territorial en un viejo templo de la selva de Sri Lanka, lucha de clases, una madre que va a “cambiar la historia” y un hijo que va a aprender varias lecciones. Ya que esta producción también apunta al público infantil las preguntas siguen vigentes: ¿Está bueno humanizar el comportamiento de las especies animales? ¿Está bueno mostrar que el tigre es “malo” y los monos son “lindos” y “buenos” parcializando y recortando la apreciación e interpretación de los ecosistemas?
Para los productores de ésta serie de realizaciones la respuesta está clara. Falta que decida el espectador.