La venganza como experiencia visual. Crítica a ‘Revenant: El renacido’
Revenant: el renacido, el último film de Iñárritu protagonizado por Leonardo Di Caprio y Tom Hardy, en una dupla que recuerda demasiado a la de Liam Neeson y Pierce Brosnan en Perseguidos por el pasado (Seraphim Falls), donde uno caza al otro en busca de venganza a través de una norteamérica salvaje. Pero esta referencia, un tanto tendenciosa, no socava los méritos y logros sobre los cuales se erige este film, los cuales se asientan tanto en la oscilación narrativa como en la sublimidad estética experimentada. Revenant es uno de esos escasos film donde cada escena ilustra la capacidad conceptual y artística de un maestro, por lo cual lo escrito siempre tiene gusto a poco y lo destacado parece del todo arbitrario. Aún así, nos proponemos la humilde tarea de analizar de esa tsunami barroco cinematográfico aquello que más ha perdurado en la memoria.
En el primer acto se plantea el estilo, una toma secuencia acelerado y estrepitosa que pasa que pasa del cuadro de la batalla al microuniverso de la muerte en un santiamén y sin ningún pudor ante la necesidad reflexiva suscitada. Tanto hemos visto arqueros en el cine últimamente, (Hawkeye, Katniss, Legolas) pero nunca nadie mostró el instrumento en todo su mortalidad. En este film, se siente el impacto, la carne abriéndose paso ante la punta de acero o piedra, provocando ese sonido húmedo y gutural que emite la sangre y las tripas. La violencia se presenta en este escenario primitivo como una fuerza de la naturaleza, sorpresivo como el rayo, pero probable como la lluvia.
Tom Hardy interpreta a John Fitzgerald, una suerte de muerto viviente hambriento de riquezas, riquezas que no son más que un puñado de dólares manchados de sangre y una pieles podridas. Con Fitzgerald no se trata en sí del tesoro, se trata de la sed, del hambre, puesto que lo único que lo mantiene caminando. El mismo expresa la filosofía de infeliz, del ser insignificante, cuando dice “Yo no tengo vida, todo esto es solo para llevar comida a mi boca” (paráfrasis). Hardy vuelve a interpretar en este film a uno de esos personajes que funcionan como agentes de la violencia, no solo al producirla, sino al provocarla en los demás, a obligarlos a valerse de este, a justificarla. Será la sabiduría de aquellos más cercanos a lo espiritual que mostrarán un camino distinto y consagrarán a Fitzgerald como la expresión humana de lo terrenal.
La naturaleza no es un lugar amigable, por el contrario es hostil y temible. El ataque del oso a Hugh Glass interpretado por Leonardo di Caprio, es una escena terrible que recuerda la violación a Monica Bellucci en el film Irreversible, un hecho que es tratado con precaución en toda su consumación, como si fuese parte de una liturgia o un ritual. Pero no solo los animales se congregan como la manifestación del poder de la naturaleza, el cielo también expresa el interior de los personajes. Varias veces durante el film los personajes levantan la vista para encontrarse con un reflejo metonímico de su destino, esto es una suerte de metáfora o visión de lo que vendrá.
Son de conocimiento público las condiciones en las que se realizó este film. Leonardo diCaprio encarna a la perfección ese proceso. Su cuerpo se ve todo el tiempo maltratado por la intemperie, envejecido por la incesante lucha por mantenerse cuerdo, solo impulsado por una venganza necesaria que termina nunca de estar en su control. Aún así, el film se traiciona por momentos, se pierde en una serie ensoñaciones místicas que no terminan de ser ni delirio ni una experiencia chamánica.
Revenant es una experiencia cinematográfica elevada que debe apreciarse con delicadeza y compromiso. Aquel que no pueda desprenderse de falsas expectativas no encontrará nada más que un retrato tedioso y eterno de la patética vida de un hombre dado por muerto.
Puntaje: 9