El rebuscado
La principal crítica que se postuló contra Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (2014), el anterior opus de Alejandro González Iñárritu, fue que su película era demasiado pretenciosa. Dícese de aquello que pretende ser algo que no es (ej. importante). La historia de un actor que redescubre el amor propio a través de una serie de tribulaciones cerebrales polarizó tanto al público como a la crítica. Según la Teoría de la Motivación Humana de Abraham Maslow, la falta de autoestima es un conflicto menos popular que el hambre o un oso grizzli.
Hete aquí Revenant: El renacido (The Revenant, 2015), en la que un hombre es brutalmente despedazado por un oso grizzli y dado por muerto por sus compañeros. La escena del ataque es de una visceralidad tal que da miedo, más miedo que el grueso de las películas de terror, aún sabiendo que a Leonardo DiCaprio le quedan al menos dos horas de fílmico. El oso le da tantos zarpazos que termina dibujándole un nuevo cuerpo, lisiándolo y dejándole al borde de la muerte.
Su personaje forma parte de una expedición de cazadores/peleteros a principios del siglo XIX en la gélida intemperie norteamericana. Luego de ser escarmentados por un raid de nativos Arikara, la expedición pone pies en polvorosa y decide dejar atrás al moribundo Hugh Glass (Leonardo DiCaprio). Con él se queda un ser nefasto, Fitzgerald (Tom Hardy), quien promete enterrarlo por dinero. Fitzgerald decide acelerar la no tan inevitable muerte de Glass y en el intento no sólo lo deja vivo sino que le da un buen motivo para salir a buscarlo y cobrar venganza.
Glass debe sobrevivir su patético estado, sanando sus heridas rudimentariamente, arrastrándose rumbo a la civilización y preparándose para su reencuentro con el traidor Fitzgerald. Revenant: El renacido es pues una película de venganza, o de redención; es fácil confundir ambos y a efectos del film nunca queda claro. La premisa es sencilla, y sin embargo la película logra ser aún más pretenciosa que Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) al insistir ingenuamente sobre la importancia de sí misma.
Por gran parte del film Glass se la pasa alucinando o soñando con su esposa muerta, escenas que no solo no aportan absolutamente nada a la historia o al protagonista, sino que se las ilustra con la vulgaridad de una propaganda de perfume. También hay flashbacks (bastante confusos) a sucesos que no importan ni importarán a la trama. Evidentemente Glass está viviendo una epifanía – un renacer, si se quiere – pero Iñárritu se limita a pretender que es importante en vez de demostrarlo. Hay una semblanza al misticismo naturalista de Terrence Malick, pero incluso Malick parte de una tesis, por más desorbitada que sea. Iñárritu pretende generar sublimidad y no sabe por dónde empezar a buscar.
¿Cuán rebuscada es la película? Hay una trama subsidiaria que no tiene nada que ver con el desarrollo de la principal y sirve únicamente como relleno. Involucra una tropa de Arikaras que, sin contexto alguno, están buscando a una tal Powaqa, hija del jefe. Glass se entromete en su historia por accidente, y la resolución es otro accidente aún más increíble. Las varias desventuras de Glass recuerdan a las de Astérix y Obelix en el desierto: los sumerios los atacan al tomarlos por acadios, los acadios los atacan al tomarlos por hititas, los hititas los atacan al tomarlos por asirios, etc. “Hay demasiada gente en este desierto,” concluyen.
La verdad es que Hugh Glass no es un personaje tan atractivo como para dedicarle dos horas y media de cámara. Leonardo DiCaprio da una actuación intensa, un verdadero tour de force, pero el film caracteriza a su personaje tan poco y tan mal que sus calvarios no resultan interesantes aun cuando espectaculares. A falta de un conflicto más atrapante, la película recurre al melodrama, insistiendo con la esposa muerta y otras tragedias personales o accidentales que simplemente no resuenan con la historia que Iñárritu supuestamente está contando.
¿Qué ha aprendido Glass al final de todo? ¿Cómo ha cambiado? ¿Cómo refleja su decisión final el cambio? ¿Cómo se relaciona con la presencia de los Arikara? La mirada que DiCaprio dedica a cámara en el último plano significa lo que quieran que signifique.
Muchos alabarán – justamente – la hermosa fotografía (a luz natural) de la película, y la forma en que el director Emmanuel Lubezki coreografía las grandes secuencias de acción, componiendo caos violento de manera tan prolija. Pero si algo u alguien se roban la película es el inestable Fitzgerald, interpretado enigmáticamente por Tom Hardy. Fitzgerald engendra todos los buenos momentos de la película, desde la burda eutanasia que intenta aplicar a Glass hasta las trastornadas reflexiones que hace sobre Dios. Siempre es un alivio cuando aparece en escena. Una película mejor lo tendría de protagonista. Con Werner Herzog dirigiendo.