Descarnada historia de supervivencia
Sin hilar muy fino, se puede decir que "El renacido" es un western con mucho de cine de aventuras en la frontera, con mucha más crudeza de lo habitual y mucho menos revisionismo histórico dado su estilo setentista. De hecho, es una especie de remake de un olvidado film de 1971, "Furia salvaje" ("Man in the wilderness") protagonizado por Richard Harris y John Huston, cuyo director Richard C. Sarafian no podría creer que una remake de uno de sus opus menos festejados pudiera estar nominado a 12 Oscar.
Está concebido con una expresa intención antiépica, lo que no implica que no tenga formidables escenas de acción y un tema básico sobre una venganza que no es precisamente original, ya que debe haber sido la premisa de más de un tercio de todos los westerns producidos a través de las décadas. También, menos repetido pero tampoco desconocido, está el tema de la supervivencia en condiciones extremas.
El argumento es previsible en el conjunto, pero sorprende en sus detalles, y muchas veces también en su estilo. Todo el principio, realmente logrado, podría definirse como la idea de western que podría tener un Herzog (cuyos clásicos, ya fueran "Aguirre" o "Nosferatu", surgieron del cine de género, épico o fantástico). Y a propósito de Herzog, la pelea con un oso que resultaba demasiado explícita en el film de Sarafian está muy mejorada e intensificada en esta insólita favorita de la Academia, que muy pocas veces se dignó a premiar un western.
En todo caso, la larga, temible secuencia relacionada con el oso justifica por sí sola esta película. El personaje de DiCaprio es el baqueano Hugh Glass, que hacia 1826 es guía de un grupo de cazadores de pieles que cuentan con sus conocimientos del río Missouri y el vasto terreno para escapar de un feroz ataque piel roja. Habiendo sobrevivido, apenas, al oso, nadie querría dejarlo atrás, pero eso es lo que sucede, con ingredientes no previstos de extrema traición a cargo de un brillante Tom Hardy (el villano curiosamente parece haberse inspirado más en Richard Harris que el protagonista).
Ni el mismísimo Jesse James se arrojó a tantos riscos ni sobrevivió a tantas cataratas, mucho menos en semejantes praderas nevadas, ni tampoco ningún colega de Davy Crockett tuvo tan pocos diálogos, ni fue sometido a tantas escenas que lo obliguen a arrastrarse por terrenos de todo tipo, suplicar por comida en idioma pawnee o padecer tantos sueños esotéricos. Ni este último detalle, ni mucho menos la música anticlimática de Ryuchi Sakamoto, ayudan mucho, especialmente promediando la mitad de los 135 minutos de metraje. Hay un momento en el que el espectador podría empezar a preocuparse seriamente, pero por suerte la película no se estanca más que por unos instantes.
La verdad es que la acción no cesa, el uso de locaciones canadienses y argentinas realmente aporta tensión y dramatismo, dado que aquí el rigor de la naturaleza es uno de los protagonistas principales.
En un nuevo milenio en el que un posible espectador virgen de "Tiburón" de Spielberg podría indignarse ante el maltrato sufrido por el monstruo protagónico, tal vez lo interesante sería pensar los motivos que llevan a directores como el de este film o el Ron Howard de "En el corazón del mar" a plantear la relación del hombre y la naturaleza en términos poco vegetarianos.
Por último, en medio de una ola de calor, esta película da frío aun en un cine con aire acondicionado defectuoso.