No existe el concepto de pequeño y sencillo en el universo cinematográfico de Alejandro González Iñárritu. Todo es grande, tremendo, importante, trágico y sublime a la vez. La premisa puede ser pequeña pero la ambición es enorme. BIRDMAN no es “una historia de un actor” es La Historia de El Actor. Y una película como THE REVENANT no es un western de revancha sino es el western de revancha para acabar con todos los demás. La idea detrás de muchas de sus películas parece ser la de dar una versión definitiva de algo. Como si estuviera diciendo: “¿A ver quién se atreve a desafiarme?” o alguna versión más chabacana y grosera de esa misma idea.
Lo que es cierto –e innegable a esta altura de su carrera– es que tiene algunas ideas, colaboradores e intuiciones cinematográficas muy buenas, que a menudo nos sorprende con escenas muy logradas e impactantes y que no le teme al ridículo ni a la exageración. Esa omnipotencia que tiene como director es su peor y su mejor característica a la vez, la que es capaz de entregarnos imágenes y escenas de alto impacto e inolvidables junto a otras que, bueno, se acercan a la vergüenza ajena.
REVENANT-master675-v2Tengo la impresión que en BIRDMAN y en THE REVENANT sus tendencias más miserabilistas y crueles están un tanto más controladas –es lo que más me molestaba de sus tres anteriores películas: 21 GRAMOS, BABEL y especialmente BIUTIFUL— y que su foco narrativo es más claro. El único asunto del que Iñárritu no puede desprenderse es el de pasarse siempre de rosca, en agregar más de lo necesario a casi todo. Es un director con talento que, si se me permite utilizar una metáfora futbolística, siempre quiere hacer un gol eludiendo a un par de rivales más de los necesarios y termina tirándola afuera. Y ahí es donde uno siente que buena parte de la innegable capacidad que tiene para crear potentes imágenes se echa a perder.
THE REVENANT es una versión para consumo masivo de una serie de influencias que son claves en el cine de Iñárritu. Hay un poco del cine cósmico/visionario de Terrence Malick por acá, otro tanto del Andrei Tarkovski de STALKER y ANDREI RUBLEV por allá, un toque del Werner Herzog sudamericano (AGUIRRE, FITZCARRALDO), planos largos y el gran angular de SOY CUBA, algo del cine norteamericano de los ’70 (LA VIOLENCIA ESTA EN NOSOTROS, APOCALIPSIS NOW, JEREMIAH JOHNSON) y, quizás sin quererlo, un combo en el que entran tanto el Kevin Costner de DANZA CON LOBOS como nuestro Lisandro Alonso. De esa ensalada de referencias –en la que el western clásico casi no figura; esto es más un filme de supervivencia y aventuras– sale THE REVENANT, una ambiciosa, intensa, ampulosa, por momentos fascinante y por otros irritante saga de la vida fronteriza en los Estados Unidos de principios del siglo XIX.
THE REVENANTLa trama es sencilla. Un grupo de duros hombres conquistadores del Oeste norteamericano que recogen pieles de animales para comerciar son atacados por una tribu indígena en medio de una expedición en su territorio. La escena, que abre la película tras una suerte de flashback que luego explicaremos, es impactante (vuelan las flechas por todos lados, la mezcla de sonido es atronadora) y destruye la tensa calma que hasta ahí se vivía. El grupo se desmembra y sobreviven unos pocos en un barco, quienes deben tratar de regresar al campamento. El baqueano de la expedición es Hugh Glass (Leonardo DiCaprio, el Cristo de este via crucis de 156 minutos), quien sabe cómo llevar a los hombres a destino. Pero no todos coinciden con sus ideas y tampoco les gusta que tenga un hijo mitad indígena.
Es allí que un enorme oso ataca por sorpresa a Glass en una escena violenta que Iñárritu filma con muy pocos cortes –algo que se repite en toda la película, lo mismo que el uso del gran angular– y que deja al protagonista en un estado calamitoso. La expedición debe decidirse entre continuar con él o dejarlo morir allí, algo que termina resolviéndose de una cruda y confusa manera cuando John Fitzgerald (Tom Hardy), su mayor enemigo dentro del grupo, lo abandona a su suerte para salvarse él.
revenant5Pese a su deplorable estado, Glass consigue recuperarse de a poco y lo que sigue es su epopeya para retornar a algo parecido a la civilización. Pero antes de eso debe enfrentar cuestiones más básicas: comer, beber, no congelarse, evitar ataques de indios y hasta ponerse de pie, ya que el oso lo dejó no solo lleno de heridas en todo el cuerpo sino casi imposibilitado de caminar y hasta de hablar. Durante un largo trecho de la película, como en la famosa escena de EL LOBO DE WALL STREET en la que su personaje está drogado, DiCaprio debe literalmente arrastrarse para avanzar. Y, también como en aquella película, cuando consigue algo para movilizarse (un caballo, no un auto deportivo) también termina de la peor manera posible.
Suerte de superhéroe silencioso que puede con todo y todos –soporta caídas tremendas, cascadas imposibles, heridas descomunales, hambre y sed de días, etc–, Glass es casi un dibujo animado realista, como una versión del Coyote y el Correcaminos, que siempre salen caminando como si nada tras caerse de precipicios. La intensidad y el compromiso a cara de perro de DiCaprio para soportar estas torturas físicas hace que sea bastante creíble lo que le pasa a Glass, por lo que la película no termina de desbarrancar nunca en ese sentido. Y el trabajo realista de el “Chivo” Lubezki con la luz natural y los planos largos ayudan también a crear esa impresión de plausibilidad.
revenant1Es más complicada –bah, decididamente fallida– toda la visualización de la historia previa de Glass y cómo se presenta en forma de sueños o flashbacks. Glass vivió un tiempo con una comunidad pawnee, tuvo un hijo con una mujer allí, vio como eran masacrados y ahora su hijo, Hawk, lo acompaña en la aventura. Pero también están en sus visiones cuando queda solo y desesperado en medio de la nada. Esas cliperas visiones funcionan entre el realismo mágico (gente suspendida en el aire, iglesias destrozadas con pinturas ad hoc) y esa forma entre cósmica y pseudofilosófica de representar cinematográficamente a los pueblos originarios que no solo ya es vieja y gastada, sino que se queda en el puro gesto políticamente correcto con la intención de humanizar al protagonista con un par de marcas al uso del siglo XXI.
De hecho, todos esos elementos –y otros personajes y subtramas paralelas ligadas a la “cuestión indígena”, digamos– son agregados que no estaban en el libro original sobre esta figura real pero mitologizada en el que el filme “en parte” se basa. Si Iñárritu fuera capaz de evitarnos esos “extras” (aquí, en BIRDMAN y en casi todo su cine) uno podría simpatizar más con sus películas, lograr que no nos saquen de clima una vez que estamos adentro, que no nos vuelvan autoconscientes y nos hagan perder esa “suspensión de la incredulidad” que, dicho hasta por el propio director en entrevistas, es necesaria para meterse de lleno en la historia llena de penurias y sufrimiento de Glass. Es esperable que en algún momento logre desprenderse de esa zona de misticismo grandilocuente que tiende a bajarle unos puntos a todas sus películas, aunque a juzgar por los premios y nominaciones que sigue teniendo tal vez haya algo en eso que funcione con cierto público: les ayuda a tolerar mejor una historia que de otra manera podría ser demasiado cruenta y brutal.
the_revenant-620x412Pero eso, en definitiva, es lo que tenía para contar en THE REVENANT (aquí llamada EL RENACIDO, reforzando más sus metáforas religiosas): una cruenta y brutal historia sobre la supervivencia y el sentido o no de la revancha, ya de por sí un eje importante para darle a la película el peso moral que Iñárritu parece buscar. Pero escaparle al bulto y adornar la película con espejitos de colores (o palomas, fantasmas y levitaciones), como lo hace en varias ocasiones, es una traición a la propia lógica palo y palo de la historia y de la época. Es una película cuya trama por momentos parecería ser de un filme de aventuras de Clase B, pero su tratamiento es demasiado reverencial y declamadamente sublime como para entrar en esa categoría. Iñárritu no quiere hacer películas, quiere hacer obras maestras y esa diferencia es clave, ya que esa ampulosidad, esa grandilocuencia, ese “ir por todo” conspira contra lo mejor que su cine –y especialmente, en sus muchos buenos momentos, THE REVENANT— tiene para ofrecer.