Finalmente se estrena “The Revenant” -El Renacido-, la película con 12 nominaciones a los premios Oscar y que ya se llevó varios galardones, entre ellos los Globos de Oro para mejor actor, mejor director y mejor película dramática. La gran aventura de DiCaprio sufriendo de mil maneras es una ambiciosa producción donde los méritos técnicos sobrepasan la historia.
El director mexicano Alejandro Gonzalez Iñárritu parece ser la nueva estrella mimada de Hollywood. Luego de una trilogía conformada por Amores Perros, 21 Gramos y Babel, películas que tocaban de cerca el tema de la muerte y que contaban diferentes historias interconectadas entre sí, pasó a la olvidada Biutiful y finalmente una suerte de éxito masivo repentino de la mano de Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance), proyecto que lo catapultó a las ligas mayores y le dio una cantidad impresionante de premios, incluído el Oscar a Mejor Película y Mejor Director del año pasado.
Ahora llega con The Revenant, película que lo encuentra al director saliendo de su zona de confort para contar una historia épica sin mucho diálogo y filmada completamente en lugares naturales, sin luz artificial, bajo las condiciones climáticas más adversas del planeta (algunas escenas fueron filmadas en el sur de Argentina). Está basada en los eventos reales de Hugh Glass en 1823, en el que un grupo de exploradores son atacados por indios, logran escapar pero uno de ellos (Glass, interpretado por Leonardo DiCaprio) luego resulta gravemente herido. Al ver su estado de salud y la dificultad de llevarlo en la nieve, sus compañeros se ven obligados a abandonarlo en el bosque. También acompañan las actuaciones de Tom Hardy, Domhnall Gleeson y Will Poulter.
El film es una mezcla de western con elementos de venganza y supervivencia, y tiene una particularidad que es, a mí entender, la razón por la cual puede resultar difícil de ver: la historia es muy sencilla para la cantidad de tiempo que se toma en contarla. El fuerte de Iñárritu siempre estuvo en la profundidad de sus diálogos y la complejidad de las historias. Acá, parece encontrarse buscando otros rumbos a la hora de narrar pero las dos horas y media no lo ayudan del todo. La película sale adelante principalmente por la gran actuación de DiCaprio (aunque mínimamente exagerada en algunos momentos), Tom Hardy, las imponentes locaciones y, en especial, por el trabajo de Emmanuel Lubezki en fotografía. The Revenant es una belleza visual y sonora que hace que uno se enamore fácilmente de la película y el problema es que más allá de las maravillas técnicas, no hay mucho más de dónde agarrarse para mantenerse interesado. La cámara se mueve de un lado a otro entre los bosques nevados, las flechas salvajes y los ríos congelados de tal manera que uno siente que está ahí mismo, la experiencia en la que Iñárritu nos lleva es sin dudas majestuosa pero no hay un vínculo emocional fuerte con ninguno de los personajes por el que podamos sentirnos identificados, somos simples espectadores de una película que pone distancia y no nos deja entrar. El tiempo que dura la complicada travesía del personaje es más un test de supervivencia para nosotros mismos en ver cuánto aguantamos sin aburrirnos, en lugar de ser momentos en el que sufrimos junto al personaje.
Por otro lado, y más allá de la dificultad de la película en atrapar al espectador, las escenas individuales son muy efectivas. En particular, una escena con el ataque de una osa tiene una ferocidad y un realismo admirable en el que cada rasguño y cada golpe traspasan la pantalla. Iñárritu tiene una sensibilidad muy propia para transmitir ese tipo de escenas viscerales, y en The Revenant hay muchas. Son las que mejor funcionan en una película donde los diálogos no aportan demasiado y el paso de un lugar a otro y de un sufrimiento a otro, ocupan la mayor parte del tiempo.
Intentando algo distinto en su filmografía, este es otro ejemplo de la capacidad que tiene Alejandro G Iñarritu para hacer un cine que da que hablar, para bien o para mal. The Revenant es una película como muy pocas, por momentos difícil de soportar, por otros fácil de admirar, pero que emocionalmente es tan fría como el clima donde transcurre.