Aprender a valorarse La ópera prima de Anne-Gaëlle Daval es una muestra sobre la crisis de la mediana edad en un contexto de situaciones personales adversas. La comedia dramática es un género difícil para lograr un buen balance entre estos dos estilos que, a primera vista, parecen opuestos. Pero en realidad es uno de los lugares del lenguaje cinematográfico donde más verdades de la vida real se pueden encontrar. La más bella (De Plus Belle, 2017), el debut de Anne-Gaëlle Daval como directora, habita este espacio de tristezas y felicidades en momentos difíciles de la vida. Lucie (Florence Foresti) es una madre soltera de mediana edad luchando contra el cáncer y, a su vez, contra las consecuencias que esto involucra. Desde los primeros planos en una discoteca, la película hace un buen trabajo en mostrar la vida y la personalidad de esta mujer. También como sobrevivir a un cáncer afecta sus diferentes aspectos, desde su relación con la madre y su hermana hasta su costado amoroso. Acá es donde aparece Clovis (Mathieu Kassovitz) que al principio de la película se convertirá, sin esperarlo, en uno de los detonantes para hacer un cambio en el modo de encarar su enfermedad y su femineidad, incluyendo un grupo de autoayuda con otras mujeres que será primordial para el personaje. Florence Foresti actúa excepcionalmente en mostrarse débil pero a la vez fuerte, fría pero también sensual. Ayuda mucho que esté rodeada por un interesante grupo de personajes secundarios que, a decir verdad, hubiese estado mejor poder conocerlos un poco más. En especial el interés romántico de Mathieu Kassovitz que no está del todo desarrollado y sus apariciones hacen que la película caiga en algunos lugares comunes que, por suerte, muchas veces la directora evita con esmero. Con algunos momentos realmente graciosos y otros que tocan el corazón, lo mejor de la película es que trata el tema con respeto (aunque sin profundizarlo demasiado) y no es tanto sobre el problema de salud en sí sino cómo afecta la autoestima, cómo hacer para superar los obstáculos de aceptarse a sí mismo y, a fin de cuentas, dejar que los demás también nos acepten.
“Carol”, la nueva película de Todd Haynes que fue parte del Festival de Cannes del 2015, llega a las salas luego de haber recibido múltiples premios y nominaciones, como las seis por las que compite en los próximos Oscars. En la Nueva York de 1952, dos mujeres se conocen en una tienda de juguetes en vísperas de Navidad. La joven Therese Belivet (Rooney Mara) es una empleada que asiste a la señora Carol Aird (Cate Blanchett) en la compra de un tren de juguete para su hija. Poco después, por un olvido -o tal vez por una fortuna-, el destino las vuelve a juntar bajo otros intereses, ya alejados de la simple transacción comercial inicial.Así comienza este drama romántico dirigido por Todd Haynes, basado en una novela de Patricia Highsmith llamada originalmente The Price of Saltpara evitar sospechas sobre la temática en 1952. Lo que empieza siendo una relación donde, quizás secretamente, ambas mujeres se admiran entre sí, evoluciona en algo más profundo que ciertamente afectará sus vidas.La película tiene mucho de cosas sin decir y de miradas, reflejado un poco en la fotografía amateur que practica el personaje de Rooney Mara. Resulta particularmente intrigante el uso constante de ventanas, vidrios y ventanillas en los que los personajes siempre se encuentran detrás, encerrados o mirando algo a la distancia, como que siempre hay algo en el medio, algún impedimento para llegar o alcanzar el otro lado. Y la historia de “Carol” tiene mucho de eso, en la dificultad que tienen los personajes para mostrarse plenamente como son y de no poder expresar sus deseos como realmente quisieran. Parte del atractivo de esta historia, y que la película comunica excepcionalmente, surge de este quiebre emocional que las mujeres persiguen.Ayuda también que estas dos personas tan interesantes y complejas estén representadas en la pantalla gracias a las excelentes actuaciones deCate Blanchett y particularmente Rooney Mara, quien no parece tener límites en su capacidad actoral luego de hacer un personaje diametralmente opuesto a este en The Girl With The Dragon Tattoo, la versión de David Fincher. Acá aplica sus dotes actorales de manera tal que uno puede percibir lo que le está pasando apenas con la forma que tiene la actriz de expresar una mirada, un gesto, o una posición incómoda. Therese Belivet es alguien con una mente profundamente aventurera que necesita poder escapar de la vida que tiene, y eso es algo que le ofrece el personaje de Cate Blanchett quien le resulta irresistible en varios aspectos.Es una historia de un amor secreto que va de la mano con el ambiente de la época, dándole un romanticismo que muy pocas veces se ve en el cine actual, donde dos personas hacen (y sufren) lo necesario para seguir sus sentimientos llevándose al mundo por delante, aún con las consecuencias que eso conlleve.Es honesta y profunda, pero también tiene sus pequeñas cuotas de humor que caen en los momentos justos. Es una linda sorpresa, un poco de aire fresco en una cartelera donde este tipo de historias no tiene siempre su lugar asegurado. “Carol” es una las mejores películas del año.
Finalmente se estrena “The Revenant” -El Renacido-, la película con 12 nominaciones a los premios Oscar y que ya se llevó varios galardones, entre ellos los Globos de Oro para mejor actor, mejor director y mejor película dramática. La gran aventura de DiCaprio sufriendo de mil maneras es una ambiciosa producción donde los méritos técnicos sobrepasan la historia. El director mexicano Alejandro Gonzalez Iñárritu parece ser la nueva estrella mimada de Hollywood. Luego de una trilogía conformada por Amores Perros, 21 Gramos y Babel, películas que tocaban de cerca el tema de la muerte y que contaban diferentes historias interconectadas entre sí, pasó a la olvidada Biutiful y finalmente una suerte de éxito masivo repentino de la mano de Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance), proyecto que lo catapultó a las ligas mayores y le dio una cantidad impresionante de premios, incluído el Oscar a Mejor Película y Mejor Director del año pasado. Ahora llega con The Revenant, película que lo encuentra al director saliendo de su zona de confort para contar una historia épica sin mucho diálogo y filmada completamente en lugares naturales, sin luz artificial, bajo las condiciones climáticas más adversas del planeta (algunas escenas fueron filmadas en el sur de Argentina). Está basada en los eventos reales de Hugh Glass en 1823, en el que un grupo de exploradores son atacados por indios, logran escapar pero uno de ellos (Glass, interpretado por Leonardo DiCaprio) luego resulta gravemente herido. Al ver su estado de salud y la dificultad de llevarlo en la nieve, sus compañeros se ven obligados a abandonarlo en el bosque. También acompañan las actuaciones de Tom Hardy, Domhnall Gleeson y Will Poulter. El film es una mezcla de western con elementos de venganza y supervivencia, y tiene una particularidad que es, a mí entender, la razón por la cual puede resultar difícil de ver: la historia es muy sencilla para la cantidad de tiempo que se toma en contarla. El fuerte de Iñárritu siempre estuvo en la profundidad de sus diálogos y la complejidad de las historias. Acá, parece encontrarse buscando otros rumbos a la hora de narrar pero las dos horas y media no lo ayudan del todo. La película sale adelante principalmente por la gran actuación de DiCaprio (aunque mínimamente exagerada en algunos momentos), Tom Hardy, las imponentes locaciones y, en especial, por el trabajo de Emmanuel Lubezki en fotografía. The Revenant es una belleza visual y sonora que hace que uno se enamore fácilmente de la película y el problema es que más allá de las maravillas técnicas, no hay mucho más de dónde agarrarse para mantenerse interesado. La cámara se mueve de un lado a otro entre los bosques nevados, las flechas salvajes y los ríos congelados de tal manera que uno siente que está ahí mismo, la experiencia en la que Iñárritu nos lleva es sin dudas majestuosa pero no hay un vínculo emocional fuerte con ninguno de los personajes por el que podamos sentirnos identificados, somos simples espectadores de una película que pone distancia y no nos deja entrar. El tiempo que dura la complicada travesía del personaje es más un test de supervivencia para nosotros mismos en ver cuánto aguantamos sin aburrirnos, en lugar de ser momentos en el que sufrimos junto al personaje. Por otro lado, y más allá de la dificultad de la película en atrapar al espectador, las escenas individuales son muy efectivas. En particular, una escena con el ataque de una osa tiene una ferocidad y un realismo admirable en el que cada rasguño y cada golpe traspasan la pantalla. Iñárritu tiene una sensibilidad muy propia para transmitir ese tipo de escenas viscerales, y en The Revenant hay muchas. Son las que mejor funcionan en una película donde los diálogos no aportan demasiado y el paso de un lugar a otro y de un sufrimiento a otro, ocupan la mayor parte del tiempo. Intentando algo distinto en su filmografía, este es otro ejemplo de la capacidad que tiene Alejandro G Iñarritu para hacer un cine que da que hablar, para bien o para mal. The Revenant es una película como muy pocas, por momentos difícil de soportar, por otros fácil de admirar, pero que emocionalmente es tan fría como el clima donde transcurre.
Un guión que nació como una secuela de Se7en: Pecados Capitales, pasó por muchas rescrituras y terminó convirtiéndose en un duelo mental entre Anthony Hopkins y Colin Farrell que deja víctimas en el camino (y en las butacas) en la primera película en inglés del brasilero Afonso Poyart. Varios asesinatos con el mismo modus operandi tienen desorientados a los investigadores del FBI. Joe (Jeffrey Dean Morgan) y Katherine (Abbie Cornish) recurren a un viejo que vive en una casa alejada de todo. Éste es John (Anthony Hopkins), un antiguo amigo y colega de Joe que lo ayudó en el pasado en varias operaciones del FBI usando unas extrañas “habilidades” que podrían considerarse visiones, o intuiciones. El caso le interesa lo suficiente como para salir del retiro y volver a incorporarse en las investigaciones y poder proporcionar algún tipo de ayuda al caso (aunque, una vez conocido el alcance de sus habilidades más a fondo, uno se pregunta cómo no lo contrataron full time para resolver todos los casos de todos los departamentos, pero bueno). La película es un “greatest hits” de elementos utilizados en otras películas del género como Se7en de David Fincher, The Dead Zone de David Cronenberg, o incluso otras no tan buenas como Next, de Lee Tamahori con Nicolas Cage estrenada hace algunos años. La incorporación de un elemento sobrenatural la aleja de lo que podría considerarse un policial común y corriente, pero más que generar intriga y potenciales situaciones originales, confunde. La torpe dirección de Afonso Poyart, tampoco ayuda: estilos musicales tan diferentes que desconcentran, una edición inentendible para las pocas escenas de acción y un movimiento constante de la cámara que parece manejada por camarógrafos que no soportan el peso de los equipos. Los únicos momentos que tienen algo visualmente interesante son aquellos donde se muestran las “visiones” (a futuro, o a pasado, o eventos alternativos), que en general son apenas fragmentos de escenas finales de la película, pero otras tienen una naturaleza surrealista que son muy efectivas. Lo que podría haber sido un thriller de suspenso que toca temas más profundos sobre la existencia y la muerte termina sin convencer, especialmente porque las piezas que inicialmente se presentan para resolver el rompecabezas no tienen las formas bien definidas para que nosotros podamos armarlo, ya que los poderes sobrenaturales que tiene el personaje de Anthony Hopkins no están bien establecidos: ¿cuál es su alcance y cuáles son sus limitaciones? ¿ve la historia completa de una persona o un objeto, o solo un fragmento? ¿Puede ver infinitas posibilidades a la vez como se muestra en varios momentos?. Estas reglas no establecidas de un elemento esencial para la trama nunca son exploradas y, como resultado, lo que termina sucediendo es que uno pierda el interés. Ni siquiera hay suficiente de Colin Farrell para que haga algo memorable en la pantalla. En La Mente del Asesino (“Solace” en su título original) intenta ser algo más que un misterio de asesinos seriales y explora ideas sobre la muerte, las enfermedades y el sufrimiento, pero lo hace en el contexto de un policial pobre, sin grandes momentos de suspenso ni resoluciones satisfactorias, envuelto en una maraña de elementos sobrenaturales que no potencia la historia ni los personajes. Por suerte, Anthony Hopkins parece hacer maravillas con cualquier cosa que le dan para actuar, y es sin dudas lo mejor de la película.
Brie Larson, quien recientemente ganó el primer Golden Globe por su actuación, protagoniza este drama que parece chico pero que en realidad abarca grandes sensaciones. Como la habitación del título. Muchas veces vemos trailers que son básicamente una versión resumida de la película entera pero que, en general, no afecta el disfrute de la misma. Hay otras donde la experiencia está ligada íntegramente en no saber qué es lo que va a pasar. La Habitación cae en esa categoría: es una película que recomiendo no saber mucho de antemano. ¿De qué trata? Vayamos a lo básico de la historia, donde comienza todo. Jack es un nene que cumple 5 años y lo festeja con su madre, Joy, en una habitación cerrada, sin ventanas, con apenas un tragaluz. Hay una puerta blindada, pero ninguna que lleve a otras habitaciones y todo está en ese lugar: la televisión, la cocina, la bañera, la cama. A medida que avanza la película nos damos cuenta que no salen de ahí, que por algún motivo el chico no conoce la existencia del mundo real, solamente lo que hay entre esas cuatro paredes y lo que ve por la tele. ¿Por qué están ahí? ¿La madre sale? ¿Qué pasa afuera? ¿De dónde obtienen la comida? Estas son apenas algunas de las preguntas que nos hacemos durante los primeros minutos y que la película empieza a responder apelando a la inteligencia del espectador, donde cada detalle nos da una pista de lo que podría estar sucediendo. El director de La Habitación, Lenny Abrahamson, hace un trabajo excepcional narrando la historia y usando la información de tal manera que nosotros estamos casi a la par del nene, somos sus ojos, su punto de vista. Y Jacob Tremblay, el joven actor que lo interpreta, también merece todos los premios por hacer creíble lo que ni siquiera podemos imaginarnos, que es sentir que desconocemos el mundo. El peso de las tremendas situaciones por las que pasan cae sobre ellos dos y parece increíble lo que transmiten, a tal punto que uno podría preguntarse cómo lograron semejante tarea actoral, en especial con un actor tan joven. Las interpretaciones tanto de él como de Brie Larson son el ancla principal de una película llena de emociones. Desde miedo, alegría, tristeza y esperanza hasta algunas otras que son difíciles de describir. La Habitación cuenta con pequeñas narraciones del nene, por lo que todo lo que sucede está siempre contado bajo su óptica. Todos fuimos nenes alguna vez, y esta película rescata emociones de una época donde no conocíamos todos los mecanismos del mundo en el que vivimos, donde todo está cubierto con cierto manto de inocencia. Las respuestas a esas preguntas que teníamos en un principio llegan. La segunda mitad de la película la convierten en una experiencia psicológica como muy pocas veces se vio. No tanto por el tema en sí, sino por cómo está abordado y por cómo el cambio de perspectiva de un hecho importante y horroroso intensifica sus consecuencias. Quienes la vean sabrán que no conviene contar mucho más, que es una película para sentir y descubrir sobre la marcha. Está basada en una novela escrita por Emma Donoghue (quién también escribió el guión) y es sin dudas una de las mejores películas del 2015 que se estrenan este año. Es muy fuerte, toca temas difíciles, pero es una experiencia cinematográfica que vale la pena tener. *La Habitación ya tiene más de 30 premios en su haber y está nominada a 4 Oscar: mejor guión adaptado, mejor actriz, mejor director y mejor película.
Contada en tres años distintos (y con mínimos flashbacks), la nueva película del director de 127 Horas y Trainspotting nos lleva en un recorrido por los pasillos de la particular personalidad de Steve Jobs, comandada por una fuerte actuación de Michael Fassbender y una muy buena selección de actores secundarios que lo acompañan. Es apropiado que para conocer un poco detrás de la vida de Steve Jobs, la película de Danny Boyle transcurre casi por completo en un backstage, en un detrás de escena. Tres diferentes presentaciones de distintos productos se utilizan para mostrar el progreso del co-fundador de Apple, uno en 1984, otro en 1988 y finalmente la presentación del iMac en 1998. Todos los preparativos técnicos se entremezclan con los dilemas personales y profesionales de Steve Jobs: el reloj corre, la gente está por entrar a la sala, algún error en la presentación, una disconformidad de Jobs, el reloj sigue corriendo y varios personajes entran y salen de escena (todos alrededor del interpretado por Michael Fassbender, que casi nunca está ausente en la pantalla) dando lugar a diferentes conversaciones que nos dan pistas y nos deja entrever la personalidad y (un poco de) la vida de Steve Jobs. Esta urgencia constante de cuenta regresiva que tienen las presentaciones se plasma en la pantalla de la mano del director y también gracias al ajustado guión de Aaron Sorkin, que fue basado en entrevistas y la biografía de Walter Isaacson. Tomando elementos reales y exagerando otros, la visión de Sorkin es en parte una ficción que busca llegar a la verdadera personalidad y obra de Jobs. La película se concentra en los períodos quizás más problemáticos o los momentos cruciales de su carrera profesional que hicieron que Jobs se convierta en una de las personalidades más importantes de los últimos años. En Steve Jobs, Michael Fassbender puede que no tenga la apariencia física ideal, pero sí muestra una profundidad que, dadas las circunstancias de la película, cabe destacar. Pero no sólo él hace un muy buen trabajo, también tiene la fortuna de estar rodeado de un grupo de actores muy interesantes: Kate Winslet como Joanna Hoffman, le ejecutiva de marketing y su mano derecha, una aliada importante no sólo en el trabajo, sino en la vida de Jobs; Seth Rogen como Steve Wozniak, Jeff Daniels como John Sculley, y destaco la actuación de Michael Stuhlbarg que, si bien no tiene un papel muy importante, aporta un momento particularmente especial en una sincera conversación con Fassbender. La película transcurre casi en su totalidad en lugares interiores, en camarines, pasillos y anfiteatros. Por momentos resulta claustrofóbico, pero el director mueve la cámara de tal manera que parece que estemos casi siempre en movimiento, yendo de un lugar a otro con los personajes, y las escenas que transcurren en los ‘80 tienen un “granulado” particular que hace que parezca filmado en esa época. No es una biopic que muestre a fondo su historia de vida, pero el director Danny Boyle se muestra inteligente en no caer en los lugares que el género nos tiene acostumbrados. La estructura de la película nos da una idea de su vida profesional con algunos flashbacks necesarios, su genialidad, sus fallas y sus logros. Steve Jobs es un resumen de dos horas de los momentos más decisivos de su carrera, de sus errores y aciertos, de las relaciones profesionales y de quienes lo rodean. Quienes busquen algo más profundo y desarrollado, tendrán que buscar en otro lado. Por suerte, con Steve Jobs, hay de todo.
La devaluación llega a algunas franquicias también. Jason Statham optó por no regresar al rol de Frank Martin por cuarta vez, y en su lugar está Ed Skrein (no, no es Nicholas Hault) que afortunadamente hace un buen trabajo y, la verdad, se podría decir que es lo mejorcito de la película. En El Transportador Recargado (Refueled en su título original) no hay nada que no se haya visto antes. Escrita por Luc Besson, sabemos exactamente a los lugares que va, las vueltas de tuerca del guión y cuándo llega la escena de acción obligatoria. Sin embargo, el personaje del Transportador no es más que una excusa para contar otra historia. Las películas no son particularmente sobre él y no lo seguimos todo el tiempo, él es simplemente una herramienta que es usada cuando la historia –o los guiones- lo requieran. Desde ese punto de vista, el personaje todavía tiene vida y pueden seguir estirándolo mientras sigan encontrando buenas maneras de darle uso a sus atributos como “conductor designado” para transportar cosas. En este caso, Frank Martin y sus reglas se ven envueltos en la venganza de unas chicas contra un criminal ruso. Si bien no hay nada completamente original, al menos la película toma una buena decisión en dejar la incógnita sobre qué están haciendo exactamente estas mujeres. El “plan” es desconocido, y el espectador lo va armando a medida que avanza. Todo es altamente improbable, pero funciona como excusa para agregarle algo de misterio a la trama. Dirigida por Camille Delamarre, este nuevo Transportador mantiene muchos de los elementos que son parte de la saga: desde la voz medio ronca del personaje, alguna mujer (o algunas) que lo acompaña en sus recorridos, el auto como objeto para hacer cosas imposibles, hasta las escenas de acción al estilo Jackie Chan donde se usan las cosas que hay en un determinado lugar para generar originales coreografías de pelea. Hay una en particular que haría que Jackie Chan se ponga rojo de envidia. También hay otras cosas, como el personaje de Ray Stevenson, que mejor ni mencionar. Es un actor interesante, pero algunas decisiones y actitudes de su personaje podrían haber sido un poco mejor pensadas. Si buscan apagar el cerebro por una hora y media para ver escenas de acción unidas por una historia que no ofrece demasiado (donde secuestran ¡DOS! veces a un mismo personaje), El Transportador Recargado ofrece exactamente eso. No es una mala película, simplemente una que cumple de manera apretada con las consignas del género y que lamentablemente no se anima a subir la apuesta un poco más.
Hollywood tiene su historia con México, los carteles y los narcotraficantes. La frontera es un nido de violencia e ilegalidad y muchas películas han reflejado ese submundo de la cultura del lugar. Sicario se suma a esa lista, pero con una visión visceral de la realidad y hurgando más profundamente en las políticas, el accionar policial en esa zona y, especialmente, la moralidad de quienes participan. Kate Macer (Emily Blunt, en una actuación memorable) es una agente del FBI que trabaja siguiendo las reglas y que sabe cumplir con su deber. Matt Graver (Josh Brolin), un canchero agente del Departamento de Defensa, la convoca para ser parte de un grupo de elite que busca luchar contra el narcotráfico desde adentro y hacer un cambio significativo en la guerra de las drogas. Junto a este grupo también se encuentra Alejandro (Benicio Del Toro), una misteriosa figura de quien en un principio no sabemos mucho y a quien Kate interroga para saber por qué razón específica está ella ahí. Afortunadamente, el foco de la película se mantiene entre estos personajes, sin desviar nuestra atención con discusiones entre cadenas de mando, generales, directivos y todo eso como ya hemos visto muchas veces. En cambio, Sicario nos mete de lleno en el accionar de este grupo, rastreando personas y buscando información que los acerque un poco más a los “capos” narco, dejando en el camino serias interrogantes que nos hacen cuestionar sobre lo que está bien y lo que está mal. ¿El fin justifica los medios? El canadiense Denis Villeneuve es un director que concentra todo su poder narrativo en los personajes, los lugares y algunos detalles visuales. No necesita mucho más que eso para ser efectivo a la hora de contar lo que está sucediendo. Por ejemplo, apenas un tenso recorrido en la entrada a Juárez-México (sin música alguna ni ninguna edición extraña a lo ‘Tony Scott’) basta para sentir que estamos en un lugar complicado, donde las expresiones de los personajes nos hacen entender qué es lo que les está pasando por la cabeza: desde la seguridad experimentada de Del Toro hasta la incomodidad de Blunt y el aire de tensión que prevalece durante toda la escena. Acá es donde es indispensable el excelentísimo director de fotografía Roger Deakins, que hace que cada frame se vea perfecto. Deakins ya trabajó con el director en Prisoners (y volverá a hacerlo cuando se dispongan a filmar la secuela de Blade Runner) y ayuda a resaltar la importancia y el cuidado que Villeneuve tiene en cada toma y lo que quiere transmitir. Sicario no deja de ser un thriller de primera categoría, pero disminuye y pone a un lado la acción bombástica para concentrarse en el suspenso que antecede al climax. Desde las tenebrosas primeras escenas donde empezamos a percibir que algo no anda del todo bien, hasta una inquietante y sorpresiva redada en una autopista congestionada de autos, hay una sensación constante de que algo va a ocurrir en cualquier segundo. Ahí es cuando los momentos donde todo “explota” pisan fuerte y son verdaderos momentos de tensión. Dijo el director: “La cinta plantea preguntas sobre la forma de los estadounidenses para solucionar sus problemas, muchas veces al margen de la ley”. En este punto es donde el personaje de Emily Blunt se encuentra encerrada, entre su motivación para hacer el bien y hacer justicia de la forma correcta, establecida por la ley, y las nuevas realidades que descubre en la nueva tarea que le fue asignada, donde no todo es blanco o negro. Blunt hace un trabajo envidiable manifestando las diferentes facetas que transita su personaje, mostrando que es una mujer valiente, con sus ideales como parte primordial de su personalidad, pero que también puede quebrarse cuando la situación en la que está es más fuerte que ella. Podemos ver y sentir en sus ojos la impotencia en ciertos momentos y ahí es cuando la película mejor comunica la problemática central que explica el director. Benicio del Toro, por otro lado, es todo un duro. No se sabe muy bien su historia y parece alguien que logra lo que se propone, a toda costa. Sus cruces con Emily Blunt y las situaciones que llevan a la revelación de su pasado son algunas de las mejores escenas de Sicario. Ciertas complicaciones de la trama promediando la película pueden resultar un poco difíciles de seguir, pero una vez que termina y las piezas caen en su lugar, todo se empieza a aclarar. Lo que hace que Sicario sea sumamente efectiva es que da la sensación de que todo lo que cuenta y muestra puede suceder en la vida real. No se siente que estamos viendo ficción, sino una muestra detallada de lo que pasa en la realidad como consecuencia del avance del narcotráfico, especialmente en esa frontera (aunque no hace falta ir tan lejos para sentirnos un poco identificados). Impredecible, fuerte y por momentos oscura, Sicario es un muy buen thriller dramático que trata temas difíciles y bien actuales, revelando verdades incómodas del mundo real en el que diferentes posiciones reaccionan frente a la violencia y el complejo sistema criminal en el que vivimos.
Desde que James Cameron dio un paso al costado allá por 1991, los intentos por reflotar la saga de Terminator no rindieron los frutos esperados. Desde hacer una continuación similar (Terminator 3: Rise of the Machines) hasta abandonar todo el concepto inicial e irse directamente al mundo post-apocalíptico (Terminator Salvation), nadie pudo encontrarle la vuelta. Hasta que alguien seguramente dijo “la saga tiene viajes en el tiempo, ¿y si les sacamos provecho y apretamos ‘reset’?. Y efectivamente, Terminator Genisys (Génesis para los latinoamericanos) busca usar algunos de los mismos elementos de todas las anteriores y repartir las cartas de nuevo. En las películas anteriores, el viaje en el tiempo siempre fue apenas un recurso para contar algo más. En Génesis, el viaje en el tiempo ya es parte primordial de la historia y empiezan a jugar con la alteración de diferentes líneas temporales. Esto es un arma de doble filo: aporta tanto lo mejor como lo peor de esta nueva entrega. Al comienzo, se recrea lo que todos ya sabemos: es el año 2029 y Skynet va a liquidarnos, mientras el líder de la resistencia John Connor envía a Kyle Reese (Jai Courtney, que por algún motivo sigue consiguiendo trabajo) a detener al Terminator que va a matar a Sarah Connor. Lo que sigue es probablemente la mejor idea de la película. Se recrea casi cuadro por cuadro el inicio de The Terminator de 1984, la original. Pero no es lo que parece, y hay cambios en la línea de tiempo y estamos, al igual que Kyle Reese, desorientados sobre qué es lo que está pasando. Ver eventos que ya conocemos pero con una vuelta de tuerca (medio a lo Volver al Futuro Parte II) hace que los primeros 30 o 40 minutos sean quizá de lo mejor que nos ofreció la saga desde T2: aparece nuestro viejo conocido de mercurio T-1000, Arnold viejo pelea contra un Arnold joven, el endoesqueleto vuelve a aparecer en toda su gloria y hay preguntas sobre estos nuevos eventos que nos hacen pensar ¿por qué hay Terminators desde antes? ¿quién los mandó? ¿hasta qué época en la vida de Sarah Connor pueden interceptarla? Lamentablemente, Génesis no está interesada en eso y en expandir la mitología de lo que ya conocemos, sino que abandona todas estas ideas para introducir otras nuevas pero completamente pobres que ni se acercan a las ya establecidas anteriormente. No voy a revelar con exactitud qué sucede (aunque los trailers ¡y hasta el póster! ya revelan un enorme spoiler) pero por algún motivo los realizadores, con la dirección a cargo de Alan Taylor (Game of Thrones, Thor: The Dark World), decidieron que tenían que subir la apuesta y mostrar algo nuevo, algo más avanzado, con efectos especiales aún más complejos y la verdad es que no era necesario. Los elementos para volver a hacer una buena Terminator ya estaban, y añadir una nueva capa de conflicto con reglas no establecidas sobre los viajes en el tiempo, con personajes y motivaciones sin explicación lógica no le hicieron del todo bien a Génesis. Luego de una prometedora primera mitad, la película se empieza a derrumbar sobre sus propias ambiciones, que van más allá de lo que la trama puede soportar y se abandona cualquier cosa que se asemeje a tener un sentido. Dicho esto, la película logra entretener. Los efectos especiales están en su mayoría muy bien logrados, las secuencias de acción no rompen ningún molde pero son efectivas, y Arnold Schwarzenegger sabe hacer lo suyo y es el pegamento que evita que todo se caiga a pedazos. Emilia Clarke, por otra parte, hace una versión pobre de Sarah Connor, pero no tanto por su capacidad como actriz, sino por cómo el guión trata al personaje y no respeta muchas de las características que hicieron de ella alguien tan fuerte y conflictiva. Del resto del elenco no conviene decir mucho para no arruinar las pocas sorpresas que hay (aunque no esperen la gran cosa tampoco). 800x350 terminator genesis “I’ll be back”. Y Arnold cumplió. El problema con el que se siguen encontrando estas películas es que el futuro dominado por Skynet no es ni va a ser tan atractivo como lo que sucede en el pasado. Tratar de prevenir un hecho es más entretenido que ver el resultado apocalíptico y deprimente de ese hecho, y es por eso que T1 y T2 funcionan tan bien. Su fuerza radica en la simpleza de que alguien tiene que sobrevivir mientras dos fuerzas opuestas de un futuro incierto luchan por evitar o lograr un objetivo. Las idas y vueltas de la línea temporal y el funcionamiento de las máquinas en el futuro quedan en la imaginación del espectador, cosa que no ocurre con Génesis. Acá se revela el plan de Skynet para llevar a cabo la dominación y la explicación de su evolución es poco satisfactoria. La pregunta, en todo caso, se torna ¿hay alguna revelación posible que nos deje satisfechos? Y la verdad es que es muy difícil que haya una. El misterio de esa revolución de las máquinas que era apenas referido en las primeras películas funcionaba mejor cuando era algo desconocido porque, en realidad, no era eso lo que importaba, sino la lucha y los sacrificios de los personajes por decidir qué hacer con esa información. La complicación de la trama original puede ser un punto a favor si está bien pensada y tiene un sentido o una finalidad. Pero cuando la complicación genera confusión en lugar de profundizar el conflicto, es mejor evitarla. Génesis fue pensada como la primera parte de una nueva trilogía aunque, a juzgar por los resultados que está teniendo, no se sabe qué pasará con esos planes. Y a decir verdad una vez que termina este film, no sé si queda mucho más para contar. Lo mejor que podían hacer para resucitar la franquicia se hizo a medias en Génesis y el resto no parece ser una versión superior de lo que ya vimos. Como ya quedó evidenciado en las varias iteraciones, a lo mejor ya se hizo todo lo que se pudo. Como dice Terminator en distintas oportunidades, se puede ser viejo pero no obsoleto. De la saga, no estoy tan seguro.
Lugares Oscuros es la segunda adaptación cinematográfica de la autora Gillian Flynn, basada en su libro del mismo nombre. La primera, Perdida (Gone Girl), estuvo dirigida por David Fincher, estrenada el año pasado y fue un éxito de taquilla, demostrando una vez más que Fincher sabe como muy pocos directores cómo sacarle el jugo al material y plasmarlo en la pantalla. Lugares Oscuros, en cambio, está dirigida por el francés Gilles Paquet-Brenner y el resultado no es tan eficaz. La película se mueve entre dos líneas de tiempo, una en la actualidad y otra veinticinco años atrás en una zona rural de Kansas. Libby Day (Charlize Theron) es la protagonista y la sobreviviente de la masacre de su familia durante su infancia: su madre (interpretada por Christina Hendricks) y sus dos hermanas. Todo apunta a que el responsable fue su hermano mayor, Ben (Tye Sheridan, y Corey Stoll en su versión adulta). Herida por sus recuerdos y sin poder salir adelante en su vida, Libby vive su adultez a través de donaciones y ventas de libros sobre su vida que jamás leyó. Aquí es donde aparece Lyle (el joven astro Nicholas Hoult, quien también alguna vez fue el extraño amigo de Hugh Grant en About A Boy) que le ofrece dinero para una pequeña participación en lo que es una especie de asociación secreta de fanáticos de historias de asesinatos sin resolver. Libby acepta, y así comienzan a revelarse de a poco los verdaderos sucesos que llevaron a esos asesinatos. Lugares Oscuros tiene muchos personajes (en su versión joven y en su versión adulta), muchos sucesos (en ambas líneas temporales) y demasiadas subtramas. El director maneja bastante bien estos elementos considerando la cantidad de información que tiene que darle al espectador, el problema es que la película termina siendo muy mecánica, donde se introducen elementos potencialmente atractivos (la sociedad secreta de fanáticos e investigadores independientes; los cultos satánicos del hijo y sus amistades; los problemas económicos de la familia en la granja) pero que luego la película no hace más nada con ellos. Personajes, como el de Nicholas Hoult, que aparecen y desaparecen por largos tramos sin demasiada información sobre qué hacen o cómo obtuvieron algún dato primordial para la historia. A todo esto se suma la casualidad de que todo se resuelva tan pronto después de tantos años donde (se supone) hubo toda una investigación previa, las verdades que algunos personajes ocultan sin motivos aparentes y las mentiras que algunos dicen (¿o se mienten a sí mismos?). Sí, hay cosas que no tienen mucho sentido y que sólo existen para generar una intriga innecesaria. Corey Stoll y Charlize Theron, hermanos en 'Lugares Oscuros' Corey Stoll y Charlize Theron, hermanos en ‘Lugares Oscuros’ El mecanismo de ir y venir entre las dos épocas aporta una complejidad extra que suma misterios, suspenso y preguntas para que el espectador se haga y quiera ir revelando por sí mismo, pero le resta dinamismo a la película. Es muy difícil encontrarle un ritmo. Una situación no lleva naturalmente a la otra, está dada por la necesidad impuesta de llegar a la próxima revelación “importante” (y donde no paran de aparecer nuevos personajes). No es un desastre la película. Entretiene, las actuaciones son decentes (Theron en particular hace muy bien en mostrar la fragilidad con que vive su personaje) y a los que les guste el thriller van a encontrar los momentos clásicos del género. Los poco exigentes van a poder disfrutarla como cualquier otra película de sábado a la noche en TNT, pero si uno se pone a analizarla un poco más profundamente, las fallas empiezan a notarse. Cuando todo está finalmente revelado, no es tan oscuro como el título dice. Simplemente es poco interesante.