Los osos más odiados
Una de las primeras cosas que me impresionó de El renacido fue la osadía del director al atreverse a jugar con el espacio tan abierto, tan desbordante que ofrecen estos parajes escogidos de la naturaleza como escenario luego de haber filmado la claustrofóbica Birdman en los angostos pasillos de un teatro. Y también, ya con una mirada un poco más profunda, el haber salido de la parodia -y auto parodia en el caso de Michael Keaton- que nos ofrecían los personajes y situaciones de esa comedia dramática tan ligada a los egos del artista y al implacable paso del tiempo. Todo para meterse casi de inmediato en una aventura salvaje y de supervivencia digna de ser retratada por autores de la talla de Werner Herzog, por citar un nombre que se lleva bien con este tipo de historias. Supongo que algunos tendrán el insulto a flor de labios -sobre todo los detractores de Iñárritu- ante la evocación de ese director tan prolífico y que goza de tanto prestigio, pero no se puede dejar de reconocer la ambición en el proyecto de este cineasta (¿latino?) al presentarnos la historia de un sobreviviente motivado por la venganza y obstaculizado de la peor manera por la cruel naturaleza.
El renacido toma la historia real de lo que le sucediera a Hugh Glass, un guía explorador que en los inicios del Siglo XIX acompañó a un grupo de soldados en su avanzada y luego de ser atacado de manera casi fatal por un oso, fuese traicionado y dado por muerto por algunos de sus compañeros. A partir de allí la historia consta de una sucesión de desgracias que se abaten sobre este hombre cuyos objetivos principales son sobrevivir y vengarse. La premisa es simple pero ese viaje se ofrece llenándonos las retinas de puro espectáculo, merced a la impecable fotografía que nos envuelve y hace descubrir a la naturaleza como personaje. Porque más allá de un oso voraz y salvaje de garras afiladas, lo que acompaña en ese renacer a Glass es ese entorno en que las aguas heladas no dejan de fluir ni la nieve deja de golpear con fuerza impulsada por vientos tan gélidos como inclementes. Es esa misma naturaleza furibunda que cansada de ser invadida expulsa a modo de anticuerpos a los intrusos que osan intentar violarla y aquí cobra protagonismo de manera singular. Y puede reprochársele a esta película quizás, un exceso de metraje o una falta de profundidad argumental pero nunca que su máximo responsable haya dejado de dirigir hasta hacer explotar a ese personaje tan fascinante e impredecible, disfrazado de gigantesca locación.
Iñárritu estuvo trabajando varios meses en Ushuaia, al sur de nuestro país luego de un buen tiempo rodando en el norte de Canadá. La elección de nuestro suelo no fue por decisión en primera instancia de la producción sino por las inclemencias climáticas que comenzaron a azotar los sets en los que estaba previsto el total del rodaje. Y tal como dijo alguien por allí, gracias a eso podría tomarse también a esta película como a una hermosa colección de wallpapers. ¿Juega eso en su contra? Claro que no, así como tampoco lo hacen los pretenciosos planos secuencia a los que es tan afecto el director mostrando una pequeña batalla al principio que no hacen más que hacer de prólogo a la verdadera acción y a lo que vendrá de la mano de lo peor de los instintos de hombres blancos o indios por igual. El Hugh Glass interpretado por DiCaprio es un hombre que sufre casi desde el minuto cero de la historia, la intención de que el espectador empatice con su personaje es evidente en este sentido, al margen de la demostración de amor por su hijo mestizo que también lo pone en el lugar de padre querible. Y así su supervivencia se convierte en la nuestra, haciéndonos sentir la dualidad del disfrute de esos paisajes tan bien fotografiados -con cámaras tomando sólo con luz natural- frente a la necesidad de que este hombre vapuleado pueda salir de esos parajes tan hostiles.
Por otro lado tenemos a Tom Hardy -ese actor tan en boga de rendimiento desparejo- logrando un perfil odiable necesario como para convertirse en el objetivo de la venganza del personaje central. Un tanto sobreactuado, es probable, pero nada que no se pueda soportar. Y al menos logra que nos olvidemos por un momento de que DiCaprio sigue buscando su Oscar y se le noten esas ganas en cada lágrima que suelta aunque no haya –esta vez- garras de oso que lo atraviesen. Pero esto no arruina los climas como así como tampoco el escaso background que tenemos de los personajes. El de Glass, más elaborado, nos muestra una familia perdida y eso completa el panorama, aunque tampoco haga tanta falta en esta historia de supervivencia en la que el director logra trasladar esa sensación de claustrofobia de su película anterior al espacio abierto, del que cuesta tanto salir y corta tanto el aliento como en el pasillo más angosto de un teatro o un ascensor. El resto del elenco que cuenta con nombres cada vez más frecuentes como el de Domhnall Gleeson (Star Wars VII, Cuestión de tiempo) o el tradicional Lukas Haas (Testigo en peligro, El origen) aporta la solidez de las caras conocidas de siempre que en cierta forma son utilizadas como garantía de calidad. El crimen es, en realidad, que se los aproveche tan poco.
Personalmente no considero que Iñárritu sea un genio insuperable, de hecho no me vi sorprendido por su obra previa hasta Birdman -que casualmente también despertó odios por doquier-, sí creo que es un narrador audiovisual notable que sabe dotar a las locaciones y ambientes en los que trabaja de vida auténtica, a veces más elocuente que la de sus propios actores humanos. El renacido tiene todo para convertirse en un buen film de aventuras y supervivencia pero también la crudeza suficiente y solemnidad necesaria para excluirla del multi-target. No estoy en condiciones de vaticinar si DiCaprio finalmente se llevará el Oscar por su interpretación, aunque la película tenga serias chances de ganar varias estatuillas. De lo que no me caben dudas es que de que aquí en más tendremos una mirada más cautelosa sobre los osos aunque se llamen Yogui o Winnie The Pooh.