Muchos recursos y poca poética
Basada en el libro de Michael Punke, la película de González Iñárritu muestra su visión del mundo con innecesarios subrayados y una pretendida profundidad que no es más que ruido.
Según parece, la historia de Hugh Glass es bastante conocida para los estadounidenses y Revenant, el libro de Michael Punke editado en 2012, no hizo más que refrescar la leyenda del explorador y guía que a fines del siglo XlX en lo que hoy es Dakota del Norte (en la frontera con Canadá), sufrió el ataque de un enorme oso grizzly, fue abandonado por sus compañeros y contra todo pronóstico, logró sobrevivir a pesar de que tenía el cuerpo despedazado y sorteó las condiciones más hostiles en pleno invierno para vengarse de quienes lo habían abandonado en el bosque.
Alejandro González Iñárritu (Birdman, Biutiful, Babel, 21 gramos, Amores perros), junto a Mark L. Smith, adaptó el libro de Punke para contar una historia de supervivencia, de la determinación que se impone a las dificultades, de la venganza y también, por qué no, de la comunión con la naturaleza. Así enumerados, parecen bastantes los objetivos a cumplirse en una película y efectivamente lo son, sobre todo cuando el relato es pretencioso, en parte por las metas que se autoimpone, aunque sin lugar a dudas la mayor imposición tiene que ver con la certeza de estar contando algo significativo, revelado.
Es en la frontera donde se desarrolla la historia y como tal, es un territorio de tensiones en donde los cazadores y comerciantes de valiosas pieles necesariamente deben adentrarse en el territorio de los aborígenes que resisten el avance de la modernidad y donde la ley es apenas una idea. El ataque de los indios a los cazadores, la huída, el encuentro con el oso –tremendo, hiperrealista, inolvidable– y después el abandono y la posterior venganza, se inscriben en el cine de aventuras, pero Iñárritu siempre tiene algo que agregar, así que en el medio hay que asistir a raptos de revisionismo histórico sobre el exterminio de los pueblos originarios, la majestuosidad de la naturaleza vs. la miseria de los hombres contada desde la trascendentabilidad de Terrence Malick y claro, también algo de la épica de Werner Herzog.
La pretenciosidad es un tema a tratar cuando se aborda el cine de Iñárritu, un director que siempre demuestra una enorme cantidad de recursos, pero que en definitiva desconfía de su propia poética y entonces siente la necesidad de dar su visión del mundo con innecesarios subrayados y una pretendida profundidad que no es más que ruido narrativo.
Con El renacido estas ambiciones desmedidas hacen que quede en el camino la historia de Hugh Glass –con una caracterización esforzada de DiCaprio–, un personaje extraordinario que al final, queda como el tipo que sobrevivió al ataque de un oso.