Que Leonardo DiCaprio, uno de los actores más cotizados en Hollywood nunca haya ganado un Oscar, se ha convertido ya en motivo de broma para muchos y en protesta por injusticia para otros. Su más reciente trabajo junto al realizador mexicano Alejandro González Iñárritu, The Revenant, donde tiene un gran protagonismo con un papel contundente, ha creado grandes expectativas con respecto a este tema. Nominada en varias categorías, la película se presenta como uno de los platos fuertes de la edición número 88 de los premios Oscar.
Desde que el director mexicano dejó de lado las historias cruzadas y los diálogos en español, podemos esperar una superproducción que le plazca al mundo entero y que tenga los elementos que tanto le gustan los jurados de los Oscar. The Revenant es de esas películas que encajan justo en la lógica hollywoodense, esos portentosos films de los que la crítica habla por mucho tiempo, que no para de llenar salas y abarcar públicos disimiles. Tiene todos los condimentos para ser, al menos, una película atractiva: su director, Gonzalez Iñarritu se llevó la estatuilla por mejor película el año pasado con Birdman, por lo cual su nuevo trabajo ya nos tiene con muchas expectativas. Elige a un actor consagrado, galán que ha demostrado fuertemente ser más que una cara bonita y se promete como película trascendente.
Filmada parte en Canadá y parte en el sur argentino, la película es arrolladora con sus bellísimas postales de paisajes gélidos e imponentes. Está repleta de estos momentos, porque el espacio es un personaje tan importante como DiCaprio: es la naturaleza en estado puro, quieta y amenazante a la vez; entre frenéticas cascadas, glaciares, montañas extraordinarias e intrincados bosques, los personajes transitan como fieras, en estado primigenio. Hugh (DiCaprio) es un casi un animal, golpeado y repleto de dificultades, acechado, escurridizo va sorteando todos los obstáculos y echando mano a los recursos naturales, mientras se mimetiza cada vez con esta naturaleza salvaje. Por momentos se vuelve una suerte de Ulises, en una odisea que parece no terminar nunca y donde los peligros son cada vez más cercanos. Todo esto motivado por la venganza, esa fuerza que lo convierte en “el renacido” y lo levanta de lo que era casi su lecho de muerte, convirtiéndolo en un héroe que todo lo puede, movido por la fuerza del amor de padre e imposible de vencer. En relación a esto, la película se torna innecesariamente larga; con la intención de dar cuenta del gran camino recorrido por el protagonista y la enorme fortaleza de la que es poseedor, los minutos siguen corriendo, con escenas similares y climas esperables. Al mismo tiempo, los clichés abundan, tanto que por momentos parece que estamos viendo The Edge (1997) y los personajes son completamente malos y completamente buenos y víctimas.
En fin, The Revenant es una película complaciente: con un guion que no se la juega demasiado, con personajes de baja complejidad pero con los que es muy fácil empatizar (o todo lo contrario) y con un despliegue cinematográfico y técnico realmente sorprendente. Desde los efectos visuales hasta la música, The Revenant es impecable y sobre todo, grandiosa. Pero al salir de la sala, sentí que algo faltaba, que dos horas y media para contar esa historia, había sido demasiado.