Pare de sufrir
Para Alejandro González Iñárritu, si un protagonista suyo no sufre, no merece estar en su película. Tomando una página de su compatriota Alfonso Cuarón, The Revenant es para Leonardo DiCaprio lo que Gravity fue para Sandra Bullock. Aunque ella la pasó pésimo en el espacio, él se lleva la torta con una travesía sangrienta que no le da respiro casi en ningún momento, y por el que llegado a cierto punto uno como espectador ya quiere implorarle a la Academia que le entregue un Oscar así no tiene que volver a pasar por estas situaciones con tal de obtener la preciada estatua dorada.
Para una odisea de dos horas y media, la fábula de supervivencia y venganza de Iñárritu en colaboración con Mark L. Smith tiene un ritmo melodramático pausado, pero nunca soporífero. Al menos, hay que otorgarle eso a Alejandro. Como guía de una expedición de cazadores de pieles que debe abandonar su tarea por el ataque de una tribu de nativos en busca de una de los suyos, Hugh Glass -DiCaprio- no empieza la película con el pie correcto. Con una responsabilidad enorme de poner a salvo al restante de la expedición, y con el asedio de uno de los participantes que se ha ensimismado con él y su hijo mestizo, las cosas no se pueden poner peor hasta que un oso destruye la poca estabilidad del grupo. Ese feroz ataque es el punto de inflexión de la trama, que opta por separar al grupo y deja a un malherido Glass al borde de la muerte. El resto de la historia se va contando sola...
De no ser por la inestimable cooperación del director de fotografía Emmanuel Lubezki, y las fascinantes interpretaciones de Leonardo y un cruento pero fantástico Tom Hardy como el antagonista de Glass, The Revenant hubiese pasado con más pena que gloria. Conocido es el ego inflamado de Iñárritu de querer hacer de sus proyectos obras maestras sin pasar por el test del tiempo, y su último film no le escapa a esa arrogancia que amenaza con quemarlo todo. La historia tiene pasajes increíbles por la nitidez de su acción, la crueldad de los actos humanos y una belleza insoslayable, cortesía de un Lubezki siempre dispuesto a hacer de cada fotograma una obra de arte. El problema de Alejandro es que el cuento que quiere contar en esta ocasión es uno que ya se ha visto antes, muchas veces aquí y allá. The Revenant no es una copia ni un homenaje, pero a veces quiere ser tan absoluta y sesuda que se pierde el mensaje, si es que hay uno. Es como si Iñárritu quisiese marcar una línea y decir: "Nadie nunca va a hacer una historia de venganza y supervivencia como la que he contado yo. Vamos, los desafío a hacerlo".
Pero no por eso la película se desintegra por completo. Si se puede dejar de lado el infantilismo del director, hay muchas otras variables que hacen del tortuoso destino de Hugh Glass un pasaje más ameno, si se lo puede llamar así a la cantidad de ataques y escenas de violencia de la cual Apocalypto de Mel Gibson estaría orgullosa de llamarse prima. DiCaprio supo aprovechar su oportunidad y lo entrega absolutamente todo en la interpretación del guía al que no le sale una bien. Ya en algún que otro momento se escapa la risa nerviosa con todo lo que le pasa, pero Leo sigue indemne y entregado en alma y corazón al personaje que finalmente puede abrirle las puertas al Oscar. Definitivamente no es uno de sus mejores papeles, pero su tenacidad no puede ser ignorada. Hardy es la contrapartida de DiCaprio, interpreta a un ser detestable y sin escrúpulos. La factoría del actor británico no parece tener fin y él sigue bordando personajes controversiales y, de alguna u otra manera, inolvidables. El resto del elenco es muy sólido, con jóvenes promesas como Domhnall Gleeson y Will Poulter endureciéndose en el frío invierno americano.
El amor que le tiene la Academia a Iñárritu es verdaderamente inexplicable. The Revenant es la película que más nominaciones tiene de cara a los próximos premios y se entiende desde los aspectos técnicos, porque es maravillosa desde esa óptica, pero en general es una película que deja con gusto a poco si se la mira un poco más en profundidad pasando lo visual y el duelo interpretativo de DiCaprio y Hardy. Si la ven en el cine, lleven una dosis de adrenalina para inyectarse después de terminada la película, porque van a necesitar un golpe fuerte para despertarse de este sueño onírico y violento que preparó el controversial director mexicano.