Cuando se abandona el cine tras haber visto El Renacido uno tiene la sensación de haber vivido algo grande. Una de esas películas que encontrará su lugarcito en los anales de la historia del cine.
a historia versa sobre temáticas ancestrales: la venganza y la supervivicencia, y cómo una sirve para nutrir a la otra. Seguimos los pasos de Leonardo DiCaprio como el explorador Hugh Glass (cuya histórica completa real es aun más impactante que la porción en la cual se centra la película) que no es exactamente un héroe. De la misma manera que su contraparte, Tom Hardy, tampoco es un villano tradicional. La dicotomía está planteada y es muy fácil tomar partida por uno de los dos ya que cada uno de ellos se comporta acorde a la simpleza de lo que se reconoce como buenos y malos. Aun así lo interesante es que en el fondo los personajes no tienen motivaciones viles sino que cada uno vela por su propia supervivencia y venganza. Concepto que en el marco histórico en que se centra la historia tenía una connotación noble que hoy no existe. Lo que aquí sucede es una cruda (aunque dramatizada y algo exagerada) realidad. No la idealización de cómo debería ser la existencia de un personaje o héroe.
Adornada por la fotografía de Lubezki, cada plano destila una belleza extraña y violenta que hace ecos de Terrance Mallick, quien ya no parece ser el único que, como indicó la crítica en más de una oportunidad, filma "poesía audiovisual". Las escenas a veces desprovistas de diálogos se valen de un sobrecogedor preciosismo que parece tallado por la mano del artesano más fino. Acompañadas por la impactante actuación de DiCaprio que pide a gritos que le reconozcan su Oscar que por lo visto este año nadie podrá quitarle.
Lejos de la pomposidad y del dilema moral de una ex estrella de cine entrada en edad, Iñarritu abstrae a lo más básico su historia para valerse de los mejores recursos audiovisuales puestos en función de una historia simple que sugiere poco y muestra mucho. Si bien algunas temáticas comunes a sus guiones se encuentran presentes (la relación con el padre), el relato se desarrolla de una manera más pura y frontal. La primacía de la imagen sobre el relato por momentos vuelve a las emociones impermeables o algo frías. Sin embargo la intensidad es tal que pone a prueba los sentidos. Se puede oler el bosque, senir el viento y sufrir el frío de los parajes que atraviesa Glass y compañía como si estuviéramos allí con ellos. Revenant es toda una experiencia cinematográfica.