Cuestión de piel
El Renacido -2015- como su nombre lo indica es una historia sobre la transformación de un hombre, quien debe adaptarse y volver a nacer en todas sus dimensiones y facetas humanas ante un entorno sumamente hostil y para el que sólo cuenta con su instinto de supervivencia en estado de latencia y la misma sed de venganza.
La nueva epopeya fílmica de Alejandro González Iñárritu -con doce nominaciones al Oscar entre rubros principales y técnicos- seduce cuando fluye en el caos de una naturaleza imponente y hostil y pierde solidez cuando el control del propio director sobre todas las secuencias se impone desde su postura grandilocuente. DiCaprio entrega otro papel visceral y oscarizable, desde todo punto de vista, no así el resto del elenco en piloto automático, entre ellos, un antagonista básico como el que interpreta Tom Hardy.
El renacido será una película reconocible y recordada en el tiempo más allá de la suerte que tenga con los Oscar a partir de la enumeración de secuencias de alto impacto. Eso implica entre otras cosas que la propuesta de González Iñárritu en su conjunto, en términos integrales, no convence del todo por exhibir desequilibrios palpables a lo largo de 156 minutos, donde además del exceso en cuanto a metraje se refiere también aparecen fallas de guión y criterio cinematográfico.
Optar por un rodaje en locaciones naturales (Estados Unidos, Canadá y Argentina) con un énfasis importante en los paisajes y escenarios donde se desarrollan secuencias complejas, despliegue de recursos técnicos y movimiento de extras, implica por un lado encontrar el lugar para la mejor exploración con la puesta de cámara. La fotografía en ese sentido cumple a rajatabla con la idea dramática desde la belleza propia de los encuadres, con los contrastes de colores o aquellos tenues matices que ganan las composiciones, a veces pictóricas, y de la mano del talentoso Emmanuel Lubezki, aunque en lo que a dirección se refiere no ocurre exactamente lo mismo.
Si bien los planos secuencias construidos meticulosamente por el director de Birdman -2014- hacen de la acción su punto clave, la recurrencia al orden dentro de ese supuesto caos le quita la tensión y el dramatismo adecuados. Por momentos pasa desapercibido ante tanta parafernalia, movimiento de cámara en el mismo espacio sin apelar al corte de montaje es cierto, pero nada queda librado a la suerte y eso se nota. Ocurre exactamente lo inverso por ejemplo, en la escena del ataque del oso, resuelta de manera magistral y con la increíble verosimilitud que aporta DiCaprio y su cuerpo lacerado.
Ahora bien, el relato de venganza que también supone la premisa de El Renacido se ve opacado por otro relato de supervivencia mucho más concentrado en el conflicto interno del personaje protagonista y en su derrotero por territorios desconocidos y hostiles.
El guión no genera ningún planteo profundo y por momentos no abandona el maniqueísmo por encontrar en el rol del antagonista el chivo expiatorio que representa lo peor del hombre, en un contexto donde el tráfico de pieles es la disputa entre los explotadores y el botín a repartirse entre norteamericanos y franceses a expensas de la miseria de los nativos.
El Renacido no profundiza sobre estos pilares y eso genera incertidumbre teniendo presente que detrás del proyecto se encuentra Alejandro González Iñárritu, tal vez ganador como mejor director por esta sobrevalorada película.