Hechos (imágenes) y no palabras
El filme con DiCaprio y 12 candidaturas al Oscar tal vez no se convierta en un clásico, pero hoy es la manera clásica de filmar lo que a Hollywood le gusta.
Si Revenant, El renacido termina llevándose el Oscar a la mejor película dentro de un mes es porque abrevia, glorifica y expande dos temas que el cine de Hollywood viene exprimiendo y ensanchando últimamente: la superación y la venganza.
La alta definición del cine digital da una imagen y resolución prístina, pura. Así que si Birdman, al margen de la maestría de Emmanuel Lubezki para guiar la cámara en plano secuencias, era todo verbo, aquí es todo visual y muy, muy poco diálogo.
Basada en una novela que refiere a ciertos personajes reales y a expediciones por 1820, remontando el río Missouri para cazar animales y llevar pieles, las matanzas (de animales y de humanos) y en especial cierta pelea cuerpo a cuerpo acercan a Iñárritu a Tarantino. ¿Y nos parece o tomó prestada la escena de Glass acurrucado en el vientre del caballo de Historias de caballos y hombres?
Los que siguen los filmes de González Iñárritu saben que a sus protagonistas les cuesta pasarla bien. Hugh Glass es un guía viudo que tiene un hijo indio, es atacado por un voluminoso oso pardo que -aunque de composición digital, por lo que el filme podría llevarse el Oscar a efectos visuales- lo deja maltrecho, queda acechado por indios rees y los compañeros prácticamente lo dejan abandonado a su suerte.
Ah, alguien acuchilla y asesina a su hijo.
Así que ahí tenemos a Glass, malherido y superando obstáculo tras obstáculo, y sediento de venganza al ser testigo de quién asesina a su hijo.
Todo el relato gira entorno a Glass, lo que es decir, a DiCaprio. El actor, que por quinta vez aspira a un Oscar hasta el presente esquivo, está el 95% en pantalla, y el otro 5% el resto de los personajes hace referencia continua a él.
Como suele gustarle a Iñárritu en su versión romántica, hay flashbacks de la esposa asesinada de Glass, hay visiones y hay cuerpos suspendidos alla Birdman, y algunos golpes de tambores por cierto remedan a la película con la que el realizador de 21 gramos y Amores perros ganó el Oscar el año pasado. ¿Repetirá, como un postre?
Pero por un lado decíamos que El renacido es casi la antítesis de Birdman en cuanto a que aquel filme estaba soportado en la palabra y una catarata de diálogos ingeniosos e inteligentes, que a muchos espectadores les resultaban pretenciosos. En El renacido la palabra casi no existe, y cuando Iñárritu hace hablar a sus personajes es porque resulta indispensable. Aquí, el poder lo tiene la imagen. Y la imagen es puro esplendor visual.
Además de la potencia su forma de narrar, el paisaje nevado y los amplios horizontes son de una belleza indescriptible. Rodada en California, en Canadá y en Ushuaia (toda la secuencia final, cuando en el hemisferio Norte se quedaron sin nieve), la imagen en pantalla grande justifica el precio de la entrada.
Como Fitzgerald, el malo de la película, está Tom Hardy, que es el nuevo Mad Max y ya peleó siendo Bane contra Batman en la última de la trilogía. Y aquí parece que lucha con Superman, porque Glass podrá tener apellido en inglés frágil, pero está construido a semejanza de los grandes héroes épicos, movido por la venganza.
Y tal vez El renacido no se convierta en un clásico, pero hoy es la manera clásica de filmar lo que a Hollywood le gusta.