“El repostero de Berlín”, de Ofir Raul Graizer
Por Marcela Barbaro
No nos clasifiquen. Queremos ser libres, parecen expresar los personajes de El repostero en Berlín. La ópera prima de Ofir Raul Grazier, guionista y director israelí y berlinés por adopción, narra un drama romántico rodado en Israel y Alemania, donde intenta romper los cánones establecidos en relación a la homosexualidad, el racismo y la religión.
Thomas (Tim Kalkhof) es pastelero en una bella confitería de Berlín. Vive solo y mantiene un romance con Oren (Roy Miller), un viajante israelí que lo frecuenta una vez por mes. Oren vive en Jerusalén, está casado y tiene un hijo pequeño. Cuando Thomas no logra localizarlo, decide ir a Israel. Logra hallar a su esposa Anat (Sarah Adler), quien regentea una cafetería kosher en el centro de la ciudad, donde entra sin revelar su identidad. Se hace habitué y consigue un trabajo de pastelero en el café. A Moti (Zohar Shtrauss), el hermano religioso de Oren, le molesta la presencia cercana de un alemán, además un cocinero goy, no respeta la ley judaica y eso quita clientela. El local tiene un certificado kosher, a pesar de que Anat no es religiosa. Ella disfruta de la dedicación de su nuevo empleado. Mientras crece un vínculo entre ellos, su negocio también prospera gracias a las tortas y galletitas que prepara. Sin embargo, todo cambiará cuando el secreto de su verdadera identidad, salga a la luz.
Grazier no construye una historia lineal, pero tampoco se aleja mucho del formato clásico para registrar las vidas de sus protagonistas. A través de un flashback se reconstruye el romance entre los hombres y se van delineando sus perfiles. En ese ritmo, entre pausado y armonioso, se destacan escenas que potencian lo visual con cierto lirismo. Vemos las manos penetrando en una masa blanda y enharinada, que se transformará en un pastel delicioso disuelto en la boca, o en la lengua que lame los restos de chocolate sobre el plato. Ese lenguaje corporal rompe las barreras que diferencian a un alemán y un judío, a un gay y un heterosexual. El alimentarse del y por el otro, tiene una connotación muy sexual y sensorial, donde el goce y el disfrute, son parte de la libertad que se evidencia.
La película mantiene una narración progresiva y la información se va dosificando, como el deseo entre los personajes. La tensión del relato en relación a lo no dicho va in crescendodesde el punto de vista de Thomas; un personaje que nos acerca a dos espacios bien diferenciados estéticamente: una Berlín gris y vacía donde llevaba una vida solitaria y fría (hasta en los encuentros con su amante), para ir hacia lo opuesto, una Jerusalén cálida, colorida y bulliciosa, donde halló una familia.
El repostero de Berlín, recurre a ciertos tópicos del género y a situaciones que pueden anticiparse, donde se destaca la interpretación de Sarah Adler, Zohar Shtrauss y Tim Kalkhof, al componer con gran naturalidad las dualidades y contradicciones por las que transitan.
Luego de su paso por números Festivales internacionales, la película cosechó varios premios: Mejor Película y Mejor director en el Festival de Cine Israelí 2018; Premio Especial del Jurado en el Festival de Karlovy Vary: East of the West; Premio del jurado al mejor Director en los Festivales de Montreal y Jerusalén, entre otras nominaciones.
Alejada de las costumbres atávicas con las que desea distanciarse, el realizador ofrece una mirada más realista y cercana a la realidad, en la que se pueda libremente “Ser laico en Jerusalén, ser alemán en Israel, ser gay en una familia religiosa…”
EL REPOSTERO EN BERLÍN
The Cakemaker. Alemania/Isreal, 2017.
Dirección y guión: Ofir Raul Graizer. Intérpretes: Zohar Shtrauss, Sarah Adler, Tim Kalkhof, Roy Miller, Stephanie Stremler, Tagel Eliyahu, David Koren, Sagi Shemesh, Gal Gonen, Tamir Ben Yehuda, Sandra Sadeh, Eliezer Shimon, Iyad Msalmam. Montaje: Michal Oppenheim. Música: Dominique Charpentier/Fotografía: Omri Aloni. Duración: 104 minutos.