El rescate es ese tipo de película que antes de la explosión digital solía proliferar en los locales de alquiler de video. Un formato rutinario protagonizado por un indestructible héroe de acción, en este caso un capitán de la Marina de los Estados Unidos que pasó por un dramático episodio en Siria –territorio todavía lleno de conflictos en el presente– y que por lo general apuesta a la fortaleza de la puesta en escena (y especialmente del montaje y los efectos) más que a la base de un buen guion.
Cuando en una película con militares que involucra como tema importante un trauma del pasado se recurre al flashback sin límite y un personaje le dice a otro “Tenemos que ser cuidadosos” y de inmediato explota el desastre, se prende la luz del “film convencional”. Y de esos hay buenos y malos. Este no es de los casos más felices. Las escenas de acción no son tan espectaculares como para morigerar la sensación de debilidad que delata una historia familiar en Marruecos colocada con fórceps y destinada a reforzar la idea de un enemigo execrable.
En la agitada vida personal de Gary Dourdan hay más matices que en este papel que asume con una aburrida obediencia al modelo canónico. Aunque la crítica lo ha castigado por este papel, Andy García es, en cambio, quien tomó la decisión más sagaz en el contexto donde debió moverse y compuso la parodia de un embajador estadounidense que introduce momentos de comedia velada en un film que por pasajes también es insólitamente solemne teniendo en cuenta las premisas de las que parte.