Fábula literal y moralista
La última adaptación cinematográfica del clásico de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray (Dorian Gray, 2009) comete el pecado de literalizar aquello propuesto por el autor original mediante una simbología. Una adaptación que se dedica a poner en imagen aquello que ocurre en el texto en vez de trasponer la esencia de la novela al lenguaje fílmico.
Dorian Gray (Ben Barnes) llega al Londres victoriano sorprendiendo a la sociedad con su perfección física y su ingenuidad. Rápidamente se hace amigo de Henry Wotton (Colin Firth) quien lo introduce en los placeres del alcohol y las mujeres, llevándolo por una vida de pecado, reflejados en el retrato de Dorian Gray y no sobre su propio cuerpo.
A la hora de trasladar una obra literaria al cine se debe realizar un proceso de trasposición de un lenguaje a otro. El texto literario se “transforma” en un texto fílmico, no se adapta tal como es, por la simple razón que son lenguajes distintos. Ahora, si se toma el texto literario como si se tratase de un guión, veremos en pantalla los sucesos tal como los describe el papel. No hay trasposición. No hay una interpretación del texto literario para captar su esencia y trasponer “el sentido” de lo escrito en imagen y sonido. Eso sucede con El retrato de Dorian Gray. Todas las acciones se traducen literalmente.
Pero dejemos de lado el que hubiera pasado y hablemos de lo que pasó. El retrato de Dorian Gray se basa en una premisa de por sí interesante y, aunque no hay en el film metáfora ni simbologismo alguno, entretiene, con el único recurso de generar suspenso al ocultar el famoso retrato y algún que otro peligro que el joven Dorian corre en sus promiscuas aventuras.
Dirigida por Oliver Parker y de origen británico, la película se extiende en duración pero no llega a ser extremadamente tediosa. Para quien no conozca la historia (el público adolescente al que está dirgida) puede llegar a funcionar e, incluso, darle un aleccionador mensaje moralista para el futuro. Los demás seguiremos esperando que no se vuelvan a meter con las grandes obras de la literatura con el único sentido de hacer un éxito de taquilla.