Juegos, trampas y una espada en la piedra
Espadas y reyes… castillos y ejércitos, calabozos y dragones. En su mayoría estos elementos suelen ser la base de la épica fantástica medievalista y su narrativa. Gran parte de ellos están presentes en El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada (King Arthur: Legend of the Sword, 2017) la más reciente aventura del director Guy Ritchie, en un terreno no del todo familiar para el inglés.
Como podrán imaginar, la que se cuenta es la historia del mítico Rey Arturo (Charlie Hunnam), ese personaje de la literatura inglesa destinado a hacerse del trono de Inglaterra tras sacar de la piedra la famosa espada conocida como Excálibur, el arma a la cual el mago Merlín dotó de un poder especial. El guión nos presenta a un Arturo que es despojado de su herencia monárquica, alejado de su familia y forzado a criarse en las duras calles de la antigua Londinium. Su tío Vortigern, interpretado por Jude Law, es quien está detrás de todo esto y quien se hace del trono en su ausencia.
Siguiendo el tan mentado camino del héroe a rajatabla, Arturo hará un largo viaje tanto geográfico como mental en pos de recuperar su lugar y liberar al pueblo de la opresión de Vortigern. El gran acierto de Ritchie reside en dotar a la historia mil veces narrada de ese espíritu posmoderno y vertiginoso por el cual se hizo conocido el director gracias a films como Juegos, Trampas y dos Armas Humeantes (Lock, Stock and Two Smocking Barrels, 1998) Snatch: Cerdos y Diamantes (Snatch, 200o) y RocknRolla (2008). El desdoblamiento temporal de las secuencias y el tono “urbano” con el que se manejan los personajes dentro de la pantalla son algunos de los puntos más atractivos de la película, logrando una frescura y un espíritu que son muy bien recibidos dentro de un género que necesita este tipo de innovaciones para seguir siendo relevante.
El Arturo de Hunnam es más un peleador callejero y un “busca” antes que un legítimo heredero del trono. Su inteligencia y su ardid por momentos -y salvando las distancias- recuerdan al Ulises de Homero, ese tipo de personajes que saben el modo de conseguir lo que necesitan sin utilizar obligatoriamente la fuerza. Sin dudas, Jude Law disfruta el papel de villano y se lo ve muy cómodo en el rol. Al igual que con la estructura narrativa, el diseño de producción también hace un buen trabajo balanceando el estilo medieval combinándolo con detalles modernos, sumando porotos en lo que refiere a la estética visual.
Si bien muchos son adeptos al principio de “Si no está roto, ¿para qué arreglarlo?”, El Rey Arturo… se presenta como la relectura de una historia clásica, a la cual agrega matices que actualizan su narración desde lo cultural y a través del lenguaje propiamente cinematográfico del nuevo milenio. Y de paso -porque no hay que olvidar la pata comercial de todo esto- funciona como introducción para una potencial saga de films de Los Caballeros de la Mesa Redonda. ¿Le quedará grande la corona? Por lo pronto, esta entrega inicial sugiere que el trono está en buenas manos.