La nueva película de Guy Ritchie es, para mal o para bien, la película donde finalmente el director da rienda suelta a todo lo que le gusta, pero con un pequeño problema: no encaja ni en la historia, en el genero, ni en el tono de la película.
La historia del Rey Arturo y Excalibur todos la conocemos. Ahí no hay sorpresas. El tema es que la película parece dirigida por dos personas, o por alguien con dos personalidades, que alternan intermitentemente, cada uno tomando posesión del tono, historia, y hasta podría decir, estilo de película.
La primera media hora es un mamarracho. No se entiende nada, y en el afán de parecer inteligente, lo único que hace es perder a la gente, que se sentó dispuesta a ponerse los lentes 3D, comer pochocho y ver como explotan cosas.
De ahí en mas la película pasa de escenas de acción oscuras a lo Zack Snyder, en cámara lenta, con abundantes efectos especiales bien hechos, pero sin ninguna intención de no notarse, a secuencias estilo el señor de los anillos con grande ejércitos y locaciones exóticas, a montajes de entrenamiento emulando un hibrido entre Dr. Strange y El tigre y el Dragón, para pasar por el cine ingles clásico, casi Shakesperiano, salpicado por un humor plano, que sinceramente no suma nada (se ve que trataron de imitar a Corazón de Caballero y se quedaron cortisimos) y terminar en escenas que parecen extraídas del trailer de un video juego.
Toda esa esquizofrenia se apila en las dos horas de la película, para darnos un resultado que sinceramente no se sabe que es, pero lo que si queda claro, es que no alcanza a la promesa del reparto, el equipo técnico, la historia original, y la carrera del director.
Sinceramente, una oportunidad desperdiciada, y tal vez, la pérdida del inicio de una franquicia que antes de esto, parecía prometedora.