Pocos personajes como el Rey Arturo y Tarzán lograron tener una filmografía tan extensa y diversa en el cine y la televisión.
En el caso puntual de esta leyenda se hicieron tantas producciones en los últimos 75 años que en la actualidad no es sencillo trabajar a estos íconos de la cultura popular con un enfoque fresco y original.
Por ese motivo el nuevo trabajo de Guy Ritchie sobresale como una de las mejores interpretaciones del mito artúrico que Hollywood brindó en los últimos tiempos.
El director inglés tomó numerosos elementos clásicos relacionados con la mitología de Camelot y los abordó a través de un enfoque diferente que no contaba con precedentes similares.
La trama no se basa en ninguna película anterior, saga literaria o cómics, sino que ofrece un mundo de fantasía especial que se creó especialmente para este proyecto.
Ritchie le aportó dos elementos interesantes a este relato que a mi entender le dieron una identidad especial a su obra.
En principio la característica principal de esta película es que aborda el mito artúrico a través del cine gángster.
En esta oportunidad Arturo no crece protegido por la guía de Merlín, sino que se cría en las calles junto a delincuentes y prostitutas que se encargan de formar su carácter.
Durante varios momentos de la historia el protagonista y sus compañeros por momentos parecen parientes antiguos de los gángsters que vimos en Juegos, trampas y dos armas humeantes y Snacht.
En varias escenas podemos ver a Arturo resolver o negociar situaciones como un típico personaje mafioso de los filmes clásicos de Guy Ritchie.
En este punto encontramos una característica muy particular que se relaciona con otra gran virtud de esta producción: El perfil del héroe.
Un problema que tuvieron siempre los filmes de esta temática es que Arturo por lo general solía ser retratado como un hombre extremadamente amable y compasivo.
Por esa razón, en la mayoría de las viejas películas de Hollywood, los personajes que más se destacaban eran Lancelot, el Caballero Negro, Perceval o Gawain. Ellos eran los grandes héroes mientras que al líder de Camelot se lo representaba como un monarca anciano que lideraba su reino sin participar de la acción.
Salvo por algunas brillantes excepciones que se registraron en el musical Camelot (1967), la serie de la BBC de 1972, Excálibur (1980), de John Boorman, y la versión que brindó Clive Owen en el 2004, por lo general Arturo se pasaba de bueno y terminaba por ser aburrido.
Esta versión que encarna Charlie Hunnam es mucho más compleja y trabaja el personaje como un antihéroe.
Ninguna otra producción puso tanto hincapié en los orígenes de Arturo como los hizo Guy Ritchie y resulta un detalle que no se puede ignorar al analizar este film.
El director logró además explotar el talento de Hunnam, quien finalmente encontró el papel adecuado para sobresalir en el cine. En esta película está increíble y ofrece una encarnación muy interesante de uno de los máximos íconos del género fantástico.
Por otra parte, Ritchie nunca pierde su integridad como artista y nos traslada al mundo de Arturo con su particular estilo narrativo. Desde las primeras escenas queda claro que él estuvo detrás de cámaras por el tono que tienen los diálogos, la edición y el modo en que se aborda la acción.
El prólogo de la trama que se presenta antes de los créditos iniciales remite bastante al memorable animé del Rey Arturo de 1978, que tenía un origen similar, pero luego el film adquiere su propia identidad.
Todos los elementos clásicos están ahí con la diferencia que en este film los encontramos en un mundo de fantasía diferente a las cosas que vimos en el pasado.
La película por momentos se vuelve algo bizarra cuando entra en el terreno de la magia pero el espectáculo es fabuloso y nunca deja de ser entretenido.
Si sos amante de la fantasía es difícil encontrar algún motivo para no disfrutar de esta película que además cuenta con un gran elenco.
Jude Law tiene muy buenos momentos como la versión Macbeth del Rey Vortigen, que es mucho más oscura que la encarnación que interpretó Rutger Hauer en la miniserie Merlín de 1998.
Sin embargo, uno de las grandes figuras de este film resultó ser Hermione Corfield (Orgullo, Prejuicio y Zombies), quien revindica en el cine las raíces celtas de Morgana Le Fay, antes que el catolicismo en Irlanda la convirtiera en una villana, por ser un personaje que representaba el culto a las diosas paganas.
En esta producción el personaje de Corfield es una hechicera llamada Syren que se convierte en guía y protectora de Arturo, tal cual ocurría en las primeras encarnaciones literarias de Morgana.
Otra sorpresa de Rey Arturo es que el director Ritchie relegó a un lugar muy secundario el tratamiento del humor para darle un enfoque más dramático a la historia, algo que no tenía antecedentes en su filmografía.
La película tiene algunos diálogos divertidos pero en general el tono del film es bastante serio, algo que se establece en la tremenda secuencia inicial.
Hasta la fecha una de las películas más celebradas de esta temática era Excálibur del director John Boorman. Ese film presentaba una adaptación clásica de La muerte de Arturo, de Thomas Malory, que es la obra literaria más famosa relacionada con estos personajes.
Por el contrario, la película de Ritchie ofrece una historia original muy diferente con un lenguaje cinematográfico moderno que hace imposible comparar a estas producciones.
Si tuviera que objetarle algo pasaría por cuestiones técnicas. Me quedó la sensación que el clímax del tercer acto se resolvió con demasiada rapidez y el director tuvo que acortar en dos horas lo que era una producción mucho más larga.
Al margen de esta cuestión, nos encontramos ante una película que brinda un gran entretenimiento que no decae en ningún momento. La puesta en escena, el tratamiento de la acción y muy especialmente la música de Daniel Pemberton hicieron de esta producción un espectáculo fascinante.
Un excelente regreso del Rey Arturo que no defraudará a los amantes de esta leyenda y en especial el cine de fantasía.