El rey del Once es una comedia diferente, porque si bien tiene la estructura y forma de comedia esconde más: un mensaje, algo que siempre hace Daniel Burman en sus películas y que a mi particularmente me gusta mucho.Otro aspecto de este estreno para tener en cuenta es que es intimista aunque no lo parezca, no solo en cuanto a la historia de su protagonista sino también sobre la colectividad judía.Y aquí es donde hay que detenerse, porque más allá de la exactitud o incongruencias sobre los usos y costumbres del judaísmo, el director logra que el espectador se meta en ese mundo.Lo mismo sucede con el barrio del Once, un símbolo de la Ciudad de Buenos Aires, desde que vi el film hace unas semanas me es imposible no recordar escenas. Me da la sensación que la película puede alterar la percepción que uno tiene sobre esas calles y negocios.Eso no es solo buen relato sino también buena cinematografía.Todo a través de la mirada y resoluciones del personaje compuesto por Alan Sabbagh. Muy bien logrado, transmitiendo lo que tiene que trasmitir: por momentos cosas graciosas y por momentos diálogos de drama y romance en el encuentro con el personaje que interpreta Julieta Zylberberg.La única contra de este estreno es que por momentos te podés sentir afuera. Es decir, partes de la trama se encuentran tan arraigadas a la cultura judía que los que no pertenecen a la misma no solo no entenderán algunas cosas (detalles menores) sino que a lo mejor no le darán la relevancia que supone.El rey del Once es una película de pertenencia y cargada de nostalgia. Por lo tanto es bien argentina. Con todos esos elementos que nos gusta encontrar. Uno sale del cine con una linda sensación, y eso no es poco.