Habla de volver a vivir entre sus raíces (en este caso de la colectividad judía pero también se podría adaptar a otras), del amor a su tierra, tradiciones, amigos y sobre todo el reencuentro entre padre e hijo, de mantener o cuidar los bienes y enseñanzas que nos dan nuestro padres. La que representa el amor femenino es Julieta Zylberberg, quien acompaña bien su desarrollo pero nunca termina de convencer. No es la mejor historia de Burman.