“Aaahhh, cigüeñaaaa!!!”
La cantidad de temas es tanta que se agolpan en mi garganta y me ahogan. Y no sé por dónde empezar. Quizás arranque por Scorsese y sus críticas a las películas de Marvel, llamándolas un producto corporativo sin ambiciones artísticas, algo hueco y banal que complace los sentidos como un parque de diversiones. Me gustaría decirle: “al menos las películas de Marvel intentan contar historias originales!; ¿por qué no apunta los dardos hacia Disney, que hace remakes innecesarias, la mitad de ellas son horribles y al menos hace un billón de dólares con cada una de ellas?” (y mientras grito esto, saco al Aladdin de Will Smith del grupo, porque me gustó mucho y porque todos los días escucho dos o tres veces sus canciones. “Principe Aliiii, honor a tiii, Aliababua!”).
O podría hablar de lo mucho que me gustó El Libro de la Selva – la remake de Jon Favreau -, simplemente porque se basaba en una película menor de Disney que tenía mucho para mejorar, y donde la mano de Favreau se notaba. Pero acá… Dios mío, cuánta herejía…
Hay una diferencia fundamental entre El Libro de la Selva y El Rey León 2019, y es la presencia de un humano como protagonista. Los animales digitales eran secundarios y su personalidad podía ser de una nota – el oso tiene pinta de bonachón, la pantera es amenazante, la serpiente malvada, etc -. Uno interpreta al filme a través de Mowgli que era un niño real y expresivo. Pero acá toda la historia está basada en criaturas digitales… y aunque tengan un realismo deslumbrante – y haya costado una ponchada de dólares para animarlas -, son como bichos embalsamados que mueven la boca. No te transmiten nada. No hay mucha diferencia entre Simba y Babe, el Chanchito Valiente. Como deben verse reales les falta lo básico para expresar sentimientos, que son las cejas y la capacidad de sonreír. Cuando a Simba lo acorralan las hienas en el cementerio de elefantes – lugar prohibido al que fue, engañado por una sugerencia malintencionada de su malvado tío Scar -, el bicho es incapaz de demostrar miedo. Qué se yo, no tengo un programa de Pixar para simular expresiones de criaturas digitales, a lo sumo tengo a mi gato. Cuando a mi gato le muestro la chancleta, baja las orejas, achina los ojos, retrae la cabeza como muestra de miedo. Nada de eso demuestra Simba (ni el resto del cast), que sólo son animatronics con mayor fluidez de movimientos pero igual de pétreos a la hora de demostrar algún tipo de emoción.
Es por eso que ésta es la mas rara (e inefectiva) remake en la que Disney se ha embarcado. Pasamos de una animación hecha a mano a una animación digital, pero los resultados – en lo dramático – son peores. Y si los bichos son incapaces de expresar – te queda solo la voz para transmitir lo que sienten -, entonces el público no se conecta ni con sus sentimientos ni con su drama. Y El Rey León es un gran drama, pleno de facetas, ya que es Hamlet tamizado por Disney y reconvertido en fábula animada para niños (y públicos de todas las edades). El protagonista pasa por un montón de estadíos – alegría, culpa, ira – que el bichejo digital no transmite en absoluto. Ni siquiera Timon y Pumbaa te despiertan algo. Para mi Timon era una ratita con aspecto de rapero, con la gorrita dada vuelta y que recién después de ver el filme me enteré que era una suricata. Pero vuelvo a lo mismo: mirada perdida y ojos abiertos, y ahí termina la ductilidad actoral de la criatura. Si esto viene de la factoría Disney, podrían haber tomado notas de Rocket, el mapache cohetero de Guardianes de la Galaxia que sí podía demostrar lo que sentía. ¿Será que acá eran demasiados animales para hacer captura de movimientos y humanizarlos?. ¿O será que el enfoque de ser hiper realista atenta contra la idea de animales parlantes y expresivos?.
Pero las críticas se acumulan. A la versión original de El Libro de la Selva no la vió tanta gente. El Rey León 1994, en cambio, dejó una impresión duradera. Generaciones enteras crecieron memorizándola, pasándola incontables veces en las videocassteras, repitiendo sus canciones. Me acuerdo cuando Timon y Pumbaa rescataban a Simba y empezaban a cantar, el corazón se te emocionaba con Hakuna Matata. Acá solo miras a los bichos con distancia. La perfomance vocal no va con la cara de piedra de los animales. Lo único que atinaron es a poner chistes de gases sobre Pumbaa, los que debe ser a expensas de algún pedido expreso de Seth Rogen. ¿Vamos por mas?. Aquí tiene Scorsese material de sobra para cortar. ¿Si hacés una versión fotocopiada de un clásico, obtenés otro clásico?. Nop; ahí tenés a la Psicosis de Gus Van Sant… y ahora a El Rey León de Favreau. Quizás el drama pase por el tratamiento reverencial de Favreau respecto del material original. En la segunda mitad del filme te da la impresión de que Favreau ganó mas confianza en sí mismo – y respecto de la adaptación – ya que hay dos o tres tomas que, en lo visual, son de un gran lirismo: el vuelo del mechón de pelo de Simba, el diálogo de Simba con el fantasma de su padre, o incluso el enfrentamiento final con Scar – que parece un león zombie – en el risco en medio de un incendio forestal, el cual se transforma en una especie de batalla real a lo Marvel. Sip, El Rey León tiene su propia escena de “portales” a lo Endgame, con las leonas sumándose, una a una, a Simba y luchando a muerte con las tropas de Tha.. digo, de Scar y sus hienas. Hasta mi nena de 10 años se dió cuenta de eso.
El Rey León será un orgasmo en lo visual y una muestra de altísimo virtuosismo digital en 4K en donde podés contar las piedritas de la estepa y los pelos del hocico de Simba – todos se ven súper reales; ¿se acuerdan los rídículos leones falsos de la primera Jumanji, cuando los CGIs estaban en pañales?; esto está a años luz de eso -, pero es un ejercicio artístico completamente estéril. La gran tragedia queda diluida por los inexpresivos intérpretes. Ahora esto te da otro punto para debatir: si todos ven que no es ni tan buena ni tan emocionante como el filme original, ¿por qué la gente va a en masa al cine y le regala un billón de dólares a la Disney?. ¿Es curiosidad, aburrimiento, lavado de cerebro, marketing agresivo o falta de voluntad?. El gran drama con El Rey León no es que sea fallida o tibia, sino que sea increíblemente taquillera… aunque después la gente salga del cine y la despedace. Ya lo suyo es un fenómeno sociológico que bordea lo inexplicable porque el billón de dolares que recaudó salió de algún lado… y no fue porque los empleados de la Disney fueron 5 o 10 veces al cine a verla como para inflar las estadísticas.