Es difícil analizar el fenómeno actual de hacer remakes de películas animadas en live-action. ¿Cuándo es el momento para retomar una película y reinventarla para una nueva generación? ¿Es simplemente una falta de ideas? ¿Un camino rápido para recuperar la inversión, atacando a los antiguos chicos hoy vueltos padres y su progenie?
El Rey León es uno de los neo-clásicos que generó el cine, en épocas donde la literatura ya no es tan consumida (no, no voy a mirar al mago de Hogwarts) esta película modificó la infancia de una generación enorme. Todxs lloramos la muerte de Mufasa, y cantamos Hakuna Matata o “laaaaaaaaaaa cigüeñaaaaaa”, mientras que otrxs pueden hablar de “Hamlet”, “Los 10 indiecitos” o “De la Tierra a la Luna”, nosotrxs tenemos “Jurassic Park”, “ET”, “Star Wars” o “El Rey León”.
John Favreau, el director de esta nueva interpretación, es un conocido de los geeks. No sólo por haber dirigido “El libro de la selva” (donde fusiona muy bien a los animales CGI con los humanos), sino que es el director de “Iron Man” (2008) y ex novio de Monica Geller en “Friends”. Cuando le preguntaron el porqué de la razón de volver a dirigir una película basada en esta historia 25 años después el contestó: “cada generación tiene que tener su versión, no es lo mismo Hamlet interpretado hoy que hace 20 años, y sin embargo sigue siendo Hamlet”.
En este caso, todo está ahí: las canciones que conocemos y amamos, las situaciones (ay por favor esa estampida del mal…), los personajes… sus convicciones y motivaciones. Hay algunas actualizaciones necesarias (sobre todo en el personaje de Nala), o una apertura hacia la improvisación (sobre todo en el caso de Timón y Pumbaa), pero el centro de la historia es el mismo.
¿Entonces? ¿Cuál es la razón de ser? Estamos ante un espectáculo que busca enamorar a una nueva generación, aquella que si vio la original lo hizo en DVD o en alguna pasada por los canales de Disney, pero que nunca tuvo la posibilidad de ver este bonito espectáculo de luces y sonidos en pantalla grande.
¿Es necesaria? Los temas que esta suerte de epopeya hamletiana (sic) pos-moderna maneja son atávicos e indestructibles: la responsabilidad de crecer, entender que todos somos parte de un mismo ecosistema, la amistad y el amor antes que todo, reconciliarse con las fuentes, matar al tío… bueno, esa última no tanto. Pero el resto son cosas que hacen a la cultura y que cualquier chicx que dé con la película va a poder absorberlo y disfrutarlo de manera sencilla y natural. Casi podríamos decir que… todxs somos Simba, querramos o no.
Los efectos visuales son una locura absoluta y total, el trabajo del director y el director de fotografía más el equipo de VFX sigue revolucionando la historia del cine y deja la vara muy alta para lo que viene. La falta de personajes humanos permite un nivel de foto-realismo extremo, que nos hace pensar que ya todo es posible en el mundo de los efectos visuales (salvo sacarle el bigote a Superman, claro…), y canaliza a la perfección la personalidad de cada personaje a pesar de no humanizar las facciones.
Las voces son otro hallazgo, con la maravillosa Beyonce (All the single ladies, All the single ladies, Now put your hands up -les desafío a no escuchar todo lo que queda del resto del día esta canción en su cabeza-) como Nala, Donald Glover (Atlanta) como Simba, Chiwetel Ejiofor (12 años de esclavitud) como Scar, y el indestructible James Earl Jones (DARTH VADER) repitiendo como Mufasa. El círculo perfecto de la vida lo cierra el trío del humor conformado por John Oliver (el del Late Night de HBO) como Zazu, Billy Eichner (Parks and recreation) como Timón y el genial Seth Rogen (This is the end) como Pumbaa.
Para lxs fanáticxs de la película nos quedan dos caminos: emocionarnos por revivir la historia, o sentir que sólo le dan un lavado de cara a algo que amamos mucho.
Pero El Rey León es un clásico, y como tal se renueva para cada nueva generación. A nosotrxs nos tocará el trabajo de llevar a nuestrxs niñxs, sobrinxs, nietxs o lo que sea, como pasó con nosotros hace 25 años atrás en uno de esos cines que seguramente no existen más, y hoy sea un shopping o un lugar donde la gente reza.
Los clásicos no se manchan.