Si el antropomorfismo (y, en buena medida, en la era 'pre Pixariana', el drama, la orfandad y el golpe bajo) fue marca de fábrica del viejo Disney animado, ¿qué sucede cuando se cambia dibujo, no ya por actores de carne y hueso, sino por animales reales? La respuesta está flotando en el viento de El Rey León, live action, que se estrena hoy en Argentina. Con ganas de jugarle la pulseada a Toy Story 4 -es el año de Disney- por la taquilla de vacaciones de invierno. Lo tiene difícil, habiéndose coronado Toy Story4 como el filme más visto en la historia de nuestras hegemónicas boleterías.
Pero está claro que El Rey León es, también, un fenómeno cultural. La película que, para al menos dos generaciones, significa su infancia. O al menos parte de ella. Algo importante, formativo, intocable. Uno de esos infalibles para atacar si se tienen ganas de perder amigos o seguidores. En la cola de otros ejemplos recientes de la casa (Aladín, Dumbo, La bella y la bestia), aquí la traducción de animación a acción real -bueno, cgi- es literal. Quizá no escena por escena, toma por toma, como aquella versión calcada de Psicosis de Gus Van Sant que levantó tantas quejas en su momento. Una traducción, en todo caso, de la misma película, a otro lenguaje visual. Una empresa cuyo sentido comercial viene probándose con eficacia, sumando públicos y millones de dólares a partir de su apelación a la nostalgia.
Con mayor acento en el calco o en la secuela, y en general con la carga lacrimógena alivianada, a tono con los públicos que corren. Como dijo alguien, no son películas, sino cápsulas de recuerdos reconvertidos. Y a prueba de spoilers. Podrá sonar a operación algo perezosa, pero frente al poderoso motor de la nostalgia, ¿para qué preocuparse por imaginar historias nuevas y originales? Para eso ya está Pixar, por otra parte, que promete abandonar las secuelas. Futuro y pasado, entonces, en la misma oferta. Pero un pasado que se reinterpreta con las herramientas y los presupuestos de hoy. Resultado: una apabullante demostración de dos horas sobre lo bien que pueden hacerse las cosas.