Larga vida al rey
En algún lugar indefinido de la sabana africana, todos los animales viven en armonía y asisten a la presentación en sociedad de su futuro devorador y primer hijo de Mufasa, El Rey León de esas tierras.
El benévolo y respetado rey tiene debilidad por su primer hijo, por lo que el cachorro Simba lleva una vida bastante cómoda como heredero del trono. Ni siquiera se mete en problemas cuando por desobedecer las órdenes de su padre está a punto de perder la vida y de provocar una guerra con la manada de hienas vecina.
En realidad, Simba no hace más que lo que haría cualquier otro chico un poco consentido, pero sus acciones son manipuladas por su tío Skar, quien desde siempre aspira a reemplazar a su hermano como rey. Ya lo había intentado en la juventud y fracasó, pero la llegada de Simba es al mismo tiempo una dificultad y una nueva oportunidad.
Su primer intento de deshacerse del heredero fracasa, abriéndole la posibilidad a un nuevo plan para asesinar a su hermano y dejar el camino libre para tomar el poder, utilizando a un ejército de hienas que no tardan demasiado en arrasar las tierras devorando todo a su paso.
Pero aunque Simba fue dado por muerto por su familia, crece en el exilio en una comuna hippie, sintiéndose responsable de la muerte de su padre e ignorando por completo que fue utilizado. Hasta que un fortuito reencuentro lo convence de regresar a restablecer el orden.
El círculo de la vida sin ideas
No tiene mucho sentido cuidarse con los detalles de la trama: a esta altura no debe quedar mayor de 10 años sin haber visto El Rey León.
Esta nueva versión no propone nada nuevo desde lo narrativo. Prácticamente plano a plano y frase a frase, replica el clásico animado de 1994 pero con una animación fotorealista que debe ser lo que asumen quiere ver el niñaje de hoy en día.
Es algo visualmente llamativo por el nivel de verosímil que alcanza, pero al mismo tiempo (y justamente por ser tan realista) pierde mucha de la gracia que le daba el al ser una película animada: la posibilidad de proponer una mirada alternativa al mundo físico. En pocas palabras, hay más tecnología que espíritu artístico o creativo en lo que nos muestra El Rey León, y aunque sea visualmente impecable no tiene nada de carisma. Hasta se siente en algunos minutos demasiado extensa para contar una historia que no tiene mucho contenido ni sentido.
Y como es una película infantil no debería ponerme a hacer interpretaciones ideológicas, pero no puedo evitar que se me ocurran algunas cosas sobre eso de enseñar que algunos nacieron para ser comidos y otros para ser cazadores: estos últimos, casualmente, benévolos líderes a los que hay que rendir tributo porque si se vuelven locos pueden hacer mucho daño.
Esta nueva vieja versión de El Rey León es, a duras penas, correcta. Un alarde de tecnología que podría haber sido dirigida y actuada por cualquiera. Se suma a propuestas genéricas y tibias que parecen estar de moda entre los grandes estudios, porque evidentemente alcanza con generar hype para que una película funcione comercialmente. Contar historias conocidas con personajes conocidos, bombardear un año con imágenes en redes sociales: negocio listo.
Y no se puede negar que hace tiempo que la nostalgia viene vendiendo bastante bien.