El Rey León: Desabrido relato de felinos.
Cuando vemos una remake o reboot de cualquier película, irremediablemente la pregunta que surge es si es necesaria o no. Este es un planteo muy común y a veces damos con la respuesta, pero otras veces no.
En el caso de un gigante como Disney, la respuesta a esta pregunta resulta más que obvia: en su momento, en los años ’90, sus películas tuvieron tanto éxito que es inevitable pensar que ahora van por más (económicamente hablando). Resuelta esta cuestión, entonces se puede pasar a otra: ¿de qué manera encararán un nuevo proyecto?
Allá por 2016, Disney se embarcó en una versión live-action de El Libro de la Selva que pareció no haber causado mucho revuelo. Pasó sin pena ni gloria por los cines argentinos. Y anteriormente Maléfica (2014), en realidad un spin off, nos contaba los avatares de una de las villanas clásicas de nuestra infancia. Así es que -posteriormente al fenómeno de animación en conjunto con Pixar- la compañía comenzó una especie de “ola” de nuevas películas con actores de carne y hueso.
El Libro de la Selva, al menos, ofrecía algunos nuevos elementos a la trama sin dejar de basarse en la historia original que ya conocíamos todos; y Maléfica hizo lo propio: plantear un relato de una villana temible con un desenlace muy diferente. Una gran sorpresa para los espectadores. Este año es de El Rey León, de Jon Favreau, un film calcado plano por plano y con diálogos idénticos.
No es que la película de Favreau sea mala, sino que peca de poco arriesgada. Desde lo narrativo no cuenta con casi ninguna particularidad, no juega con nada nuevo, no apuesta, no tiene huella propia. Es un calco exacto de su antecesora y eso la hace poco necesaria. Sí – hay que reconocerlo –, uno se vuelve a emocionar y a sentir esa nostalgia de la primera vez con el film de animación, y seguramente las nuevas generaciones de espectadores de películas de Disney la disfrutarán enormemente. Por el contrario, los más puristas y fanáticos seguramente no se hallen demasiado en este nuevo formato.
A nivel tecnológico, la película de Favreau es incuestionable. La parafernalia moderna y exquisita de sus efectos visuales capturan a cualquier espectador ávido de activar sus sentidos con imágenes de alto impacto visual y sonoro. Se logró un nivel de realismo indiscutible en todos los aspectos, aunque este punto le quite cierta emotividad y clima a la totalidad de la película. Se llega a disfrutar –y a reconocer– alguna voz inconfundible de actores y actrices de trayectoria como Seth Rogen en el papel del inolvidable Pumba –aportando junto a Timón (Billy Eichner) una buena dosis de humor– y Beyoncé como Nala de adulta (con el detalle de que Mufasa vuelve a ser interpretado por el gran James Earl Jones).
Otro de los problemas de este Rey León es el ritmo. Este factor hace que las escenas más importantes de la película (la muerte de Mufasa, el ascenso de Scar al poder, el reencuentro entre Simba y Nala, cuando Simba adulto se identifica con su padre muerto, entre otros) no tengan el peso ni la energía esperados. Aquí parecen momentos fugaces, poco emotivos y poco potentes. Una lástima. Donde más brilla el film animado es justamente en estos momentos.
Quien aun tenga bien fresca la película animada de 1994, seguramente reconocerá algunos cambios sutiles en varias escenas (se alargaron y acortaron algunos fragmentos, y se le otorgó a Nala un papel más activo en la rebelión de las leonas contra Scar). No sabemos si se pretendió hacer una versión más “feminista” o no; sí tiene algunos toques modernos que la acercan a los tiempos que corren, pero el caso es que este Rey León viene un poco apagado y falto de nuevas ideas.