Show me the Money!
Dice Stephanie Zacharek -una crítica siempre interesante que escribe en Movieline- que le pareció divertido ver a Anthony Hopkins haciendo de exorcista/exorcizado en El rito. A mí me pareció bastante patético. No porque su actuación sea precisamente mala (le alcanza su técnica y su presencia para hacer el personaje "de taquito") sino porque me parece que un actor de su categoría y su trayectoria no debería (o no debería necesitar) aceptar un papel así... por más generoso que sea el cheque. Que quede claro: no tengo nada contra el cine de género y hasta el propio Hopkins se consagró de forma masiva y definitiva gracias a El silencio de los inocentes.
Los pocos colegas que rescataron algo de El rito hablan de las "atmósferas" que consiguió su director, el sueco Mikael Håfström (Solo contra sí mismo, 1408, Descarrilados). Es que la película -vendida con el ¿plus? de estar "basada en un caso real- no se decide por ser "una de terror religioso con todo" o una "en serio", de esas más creibles y sugerentes. El film es demasiado solemne y, de vez en cuando, dispara un gag muy simpático, como cuando el padre Lucas que encarna Hopkins está exorcizando a una embarazada italiana, suena su celular y contesta: "Ahora no puedo hablar, estoy actuando".
Si a Hopkins le alcanza su estirpe para zafar en las tres o cuatro secuencias que le tocan en suerte (aparece por primera vez a los 25 minutos), lo del resto es insostenible. El verdadero protagonista (un joven escéptico que se ve forzado a estudiar religión y es enviado al Vaticano para un curso de exorcismo) es realmente un "paquete" llamado Colin O'Donoghue, mientras que los buenos intérpretes contratados para los papeles secundarios ( Alice Braga, Ciarán Hinds, Toby Jones, Rutger Hauer) no tiene ni una mínima escena para lucir un poco su talento: quedan prácticamente reducidos a objetos escenográficos como las velas, los crucifijos o las imágenes de ángeles que se ven de fondo.
Con una edición que se encargó de cortar todo lo necesario para no haya ninguna toma "inconveniente" capaz de poner en peligro la calificación PG-13 que el film necesitaba para su explotación en el mercado norteamericano (los adolescentes, se sabe, conforman el target predilecto), este sub-sub-sub El exorcista resulta una película decididamente menor y, por lo tanto, prescindible.