La de Gerard Butler es una carrera curiosa. Una que empezó recién a sus 27 años, cuando resolvió que su título de abogado no iba a darle la fama que pretendía. Y en las dos décadas que lleva frente a cámaras, dio como resultado una filmografía atípica con muchos más fallidos que aciertos, que se divide entre sus vueltas como héroe de acción y sus odas al amor en comedias románticas. Desde hace tiempo que pareciera coquetear con el formato hogareño, no obstante todavía se le da la posibilidad de encabezar costosos tanques de dudosa calidad, como las recientes Geostorm o Gods of Egypt. Pero con Den of Thieves queda expuesto a las claras aquello en lo que es mejor, con una película que ignora lo políticamente correcto y se dedica a explotar un nicho en el que abunda la testosterona, que de paso le da su mejor papel en años.