Mientras en Netflix explota el fenómeno de “La casa de papel”, serie española que condensa lo mejor y lo peor de un género que supo hacer mella en los años setenta y ochenta, pero que así y todo cumple con las leyes que determinan a este tipo de relatos, se estrena “Den of thieves: El robo perfecto” (2018), película protagonizada por Gerard Butler, que no logra consolidar su propuesta a lo largo de 140, extensos, minutos, y que redunda en malos ejemplos sobre lo que no hay que hacer cuando se quiere narrar un robo de banco y su preparación.
El puntapié inicial era interesante, un grupo de malvivientes, intentaría planificar el robo de un banco, para en realidad alzarse con un premio mayor, miles y miles de dólares que irían a destrucción en la Reserva Federal. En esa posibilidad de asirse de un dinero que luego sería imposible de localizar, había una presunción interesante sobre la construcción de los personajes que llevarían a cabo el robo.
Todo se desvanece rápidamente, porque si bien se le quiere dar un aire “cool” en cuanto a la utilización de una banda sonora y trazos gráficos para subrayar características de los personajes y personalidades, nada nuevo se esconde en la trama.
Christian Gudegast (“Londres Bajo Fuego”), su director, prefiere detenerse más en los pectorales de los ladrones, y sumar las historias personales de cada uno de estos, que en desarrollar una historia que mantenga en vilo hasta el último momento al espectador.
Todo en “Den of thieves…” suena a trillado y ya visto, incluyendo a su protagonista, que además de caer en lo peor de los estereotipos, no puede superar su espíritu de rebeldía tardía. Butler interpreta al policía “bueno” que realizará la investigación y el paso a paso desandando los planes del grupo de ladrones.
Gudegast se toma su tiempo para presentarlo con contradicciones, con su afición por las mujeres y el alcohol, y también como aquel hombre de familia que pierde su chance de ser correcto y de llevar adelante su matrimonio por cada uno de los desaires que a su mujer e hijas realizó.
Pese a que este policía “bueno” intenta reformarse, el grupo de investigadores que lo secundan tampoco son trigo limpio, ubicando, entonces, en un mismo bando a ladrones y a policías, configurando también un estado de época, una creencia que hace tiempo en la sociedad se viene estableciendo: nadie puede salvarnos y muchas veces los mismos defensores son los que cometen los crímenes.
Allí es en donde “Den of thieves: El robo perfecto” traiciona al género, en su imposibilidad de delinear de manera correcta a los dos bandos que entrarán en conflicto, contradiciendo las leyes de películas de robo y presentándose como “transgresora” cuando en realidad apenas lo es.
Es regla en el cine nunca romper con el placer de género de los espectadores, y mucho menos en confundir dentro de un relato aquellas fuerzas que lucharan por romper el status quo y en reestablecer el equilibrio original.
En una escena el personaje de Butler discute con otro investigador de alto rango, luchan para saber quién tiene la razón sobre un paso en falso dado durante el atraco, algo que ninguno sabe, y menos el director, que a esta altura suma y suma figuras, pero no puede terminar por consolidar un relato noble y actualizado sobre el eterno juego del “poliladron”, algo que cualquier niño podría haber hecho mejor definiendo de manera simple el bien y el mal y su enfrentamiento.