Dos amores, versión estilizada
Mientras Madonna prepara su primera presentación del pop post cincuentón, y luego de una importante demora, se estrena su gustito de millonaria como directora. No es su opera prima (Filth & winsdom, nunca se estrenó en la Argentina) pero El romance del siglo, aun con sus escenas atractivas, son apenas algunos millones invertidos por la estrella donde lo exterior (rubros técnicos, sofisticación visual) se impone a la narración, plagada de momentos soporíferos y de una letanía casi insoportable.
La historia, o las historias, cuentan en montaje paralelo el amor imposible entre el rey Eduardo VIII y la plebeya norteamericana Wallis Simpson (a futuro la duquesa de Windsor), en un ida y vuelta narrativo al presente donde se presenta Wally, la indiscreta admiradora de aquella pareja del pasado.
Por un lado, el riesgo que toma Madonna es concreto: cotejar aquella historia pasional de los años '40 con el relato en presente, donde la inquieta Wally vive situaciones parecidas a las de sus antecesores. En ese mecanismo calculado al extremo, la película pierde puntos, autodeclarándose como presuntuosa, revestida de lo peor del cine de qualité, de la cáscara superficial a la que remite el film de época, casi siempre sometido a los rubros técnicos y a la reconstrucción fidedigna. Ahí es donde falta delirio, humor, riesgo, vomitar en la Historia y reírse de aquellos prejuicios de antaño.
Por el lado del presente, en cambio, surgen un par de escenas que patean el tablero, especialmente, cuando la admiradora Wally se enamora de un guardia de seguridad de origen ruso. El resto es puro palacio, joyas, riqueza, poder, exceso de marcas y poca sangre, riesgo, incomodidad. Sin embargo, en una película repleta de contradicciones, la escena recordable será la de duquesa plebeya bailando "Pretty vacant" de los Sex Pistols. Allí sí se imagina a Madonna detrás de cámara riéndose muy fuerte, disfrutando de uno de los pocos momentos donde El romance del siglo se sale de registro y convierte a una gran historia de amor en un grito originado desde la pureza del punk.