Es difícil quitarse los prejuicios al ver una película dirigida por Madonna. No es porque se dedique a la música y se haya pasado al asiento del director. Convengamos que la gran mayoría de los realizadores que plagan la cartelera jueves a jueves no los conocemos demasiado, así que no hay razón para pensar que un artista de la música (que también es actriz, recordemos) no puede dirigir una película. Hace algunos años que la rubia cantante se está dedicando a la dirección. En 2008 realizó una comedia romántica que no cosechó ni buenas críticas ni demasiado dinero en las taquillas llamada Filth and Wisdom y también escribió ese mismo año el guión de un documental sobre niños huérfanos en Malawi. Sin embargo, es común asociar a Madonna con la debacle de su -en aquel tiempo- esposo y afamado director Guy Ritchie, ya que juntos trabajaron en aquel insalvable bodrio llamado Swept Away (2002), tercera película del inglés después de las sobresalientes Juegos, Trampas y Dos Armas Humeantes y Snatch, Cerdos y Diamantes. Swept Away, protagonizado por Madonna y Bruce Greenwood, no solamente fue una ingrata sorpresa para los admiradores de Ritchie, sino que significó un estrepitoso fracaso comercial. De ahí los prejuicios con la actriz y cantante que aquí vuelve a sentarse tras las cámaras...