Sonidos lejanos
El ruido son las casas (2018), ópera prima de Luciana Foglio y Luján Montes, es un débil viaje hacia la construcción de sonidos y música experimental, a partir de la exploración, por parte de artistas, de diversos mecanismos, texturas, materiales y soportes.
La travesía propuesta comienza con un plano pronunciado de un edificio en construcción, dos hombres caminan por el techo llevando varas largas de metal. El final también recurre a esa imagen, ahora en vez de ser diurna es casi nocturna. El ciclo se abre y cierra. Pero en el medio la experimentación puede generar un sentido. Así comienza todo, refiriendo a la posibilidad de crear desde la nada un lugar para habitar, el que, seguramente, a partir de la conjunción de movimientos y su propia funcionalidad, decantará en una posibilidad sonora con o sin sentido y significado. Pero esto es una trampa, los ruidos no son de casas, son en casas y fuera de ellas.
Las directoras exploran, junto a artistas, performers y grupo las posibilidades expresivas de elementos no tradicionales. Todo es como un gigantesco happening cinematográfico que refuerzan las posibilidades de armar música y sentido con cualquier cosa. Durante poco más de una hora, Foglio y Montes, expresan su pasión por la experimentación musical, acercando propuestas, colores, tonos y ruidos, que resignifican su sentido desde la pantalla hacia fuera.
No todo es armonía, no todos los sonidos construyen sentido, al contrario. Muchas veces el espectador, activo, debe terminar de asumir o rechazarlos, y las realizadoras lo saben por lo que comienzan a acumular experiencias. Dos sillas que van y vienen, el roce de una bandeja giratoria con un vaso de vidrio, las hojas de un frondoso árbol danzando con el viento, artefactos eléctricos que se utilizan para generar la musicalidad del relato.
Presentada en la competencia oficial de vanguardia y género, del (20) BAFICI, El ruido son las casas se inscribe en una línea pedagógica de películas que se apasionan por una temática específica para trascender aquello que impulsó la creación de la propuesta. Pero en esta oportunidad se queda a medio camino de las dos cosas. No alcanza con el aglutinamiento de cortos, de los que participan varias figuras importantes de la música experimental nacional, porque en definitiva, la principal falla del film, es su imposibilidad de articular la hipótesis inicial con el devenir del largometraje.
La contradicción, el choque entre el universo visual y sonoro, no aporta más que diferentes texturas para comprender cómo aquello que para uno puede ser sólo un ruido, por ejemplo una sirena de policía, o el constante movimiento de un mecanismo eléctrico, para otro es el mejor instrumento jamás creado.
El ruido son las casas no puede superar su origen para nicho, traicionando con grandilocuencia la experiencia cinematográfica y prefiriendo mirarse al ombligo sin atender en ningún momento a los espectadores que se acerquen a verla.