"El sacrificio de Nehuen Puyelli", del siempre activo J. C. Campusano, se ambienta en lugares poco turísticos de Bariloche: un suburbio, el hospital, el hipódromo y, sobre todo, el penal. Confluyen allí un joven curandero acusado de mala praxis y perversión de menores, un blanquito buscapleitos protegido por el juez, y un preso tranquilo, encargado de pabellón, que mantiene las cosas en orden, dentro de lo que cabe.
El problema es que cada uno quiere imponer "su" orden: el patrón aprovechador, la señora bien relacionada con el fiscal, un padre con su hijo llevándose a todos por delante, unos vagos que no dejan pasar a los del otro barrio, los matones que cumplen condena, todos nerviosos. Aquí casi todo el mundo habla con aire amenazador. Y las cosas se dirimen con facas, chumbos y botellazos. Solo el encargado y el curandero habrán de mantener la calma. Al respecto, este último tiene una buena teoría sobre el espíritu de venganza como una suma de "energías parásitas que se nutren de nuestros miedos".
Hay cierto aire de verdad en todo esto, personajes fuertes, y un buen ritmo narrativo, lo que permite superar el tono primario de la narración, algunos baches, y el escaso nivel actoral de la mayoría. Sobre ese nivel se encuentran, sin esfuerzo, Damian Avila como el encargado, y Daniel Quaranta que reaparece con su personaje del Perro, ya conocido en una película anterior de Campusano, "El Perro Molina". Para destacar, el trabajo conjunto de bonaerenses y rionegrinos. Y ese aire de verdad, que pocos directores argentinos alcanzan.