Glen Close y un papel para el Oscar
El arte escénico ha probado a lo largo del tiempo y con éxito palpable, que tener en un film o una puesta teatral como protagonista a un actor o actriz interpretando a alguien del sexo opuesto, es rendidor. Existe un pacto no firmado entre obra y espectador según el cual el que está mirando hace de cuenta que, por ejemplo, en "La nona" Pepe Soriano es una anciana,y no un actor jugando el rol de señora mayor.
A ese camino apeló Glen Close para escribir este guión que tiene como principal objetivo su lucimiento como actriz. No es este el lugar desde el que se discutirán los méritos como intérprete de una de las figuras más relevantes con las que cuenta el star system de Hollywood. Pero El secreto de Albert Nobbs es un trabajo endeble, únicamente justificado por el quid de tener a una gran actriz jugando el rol de una mujer infeliz, que vive en la apariencia de que es un hombre para poder trabajar como mayordomo de un gran hotel, en la Irlanda del siglo XIX.
Ella vive en una habitación pequeña y a la vez en medio de una cárcel personal, cuya única vía de escape es el sueño de poner un local de venta de tabaco, con el dinero que viene ahorrando meticulosamente. A su vez, el encuentro con una mujer que vive una situación similar, le ayuda a soñar con una vida más allá de ese empleo de sirviente(a) de lujo.
Estamos ante una película que no pierde en ningún moimento el tono solemne y la sensación amarga de una historia de profundo dolor y de tono claustrofóbico,como si el Albert Nobbs de Close no viera la forma en que su mundo se achica y la precipita a un final poco promisorio. Un amor claramente no correspondido aumenta esta sensación de tragedia constante.
Close escribió para ella y en ese sentido el resultado es actoralmente óptimo. Su performance ratifica una carrera intachable, pero el relato, tan pendiente de su presencia excluyente, es un ancla, una traba insoslayable para el avance de lo que se está contando.
En tanto, en cuanto al pacto no escrito entre obra y público, puede que tampoco se cumpla, sobre todo a partir del momento en que no resulta sostenible desde el verosímil el hecho de que nadie hubiera percibido en las tres décadas que Albert vivió como hombre, su evidente femeneidad. Pero el verosímil es tema de otra discusión. Albert Nobbs falla, paradójicamente, por el peso actoral de su protagonista, en detrimento de todos los otros elementos del film, y ahí es donde se vuelve un trabajo menor, por la única pretensión de que brille uno solo de sus componentes.