Glenn Close es Albert Nobbs. Sí, leyó bien, la famosa actriz otrora enemiga de los 101 dálmatas (Cruela de vil) se pone en la piel del personaje que da nombre a la película adaptada de un cuento corto. Ya desde el trailer se debe hacer una distinción importante que mucho afecta el juicio a la hora de reputar su interpretación. En realidad no se trata de una actriz interpretando a un hombre, sino de una actriz interpretando a una mujer que se hace pasar por hombre. Y no es la primera vez que esto sucede en una película, recordemos a Tilda Swinton en Orlando (1992), Kathy Burke en Kevin and Perry Go Large (2000) y la más cercana en el tiempo Cate Blanchett en I'm Not There (2007) interpretando nada menos que a Bob Dylan.
La historia está centrada en la vida de una mujer que para sobrevivir a una sociedad que la dejó sin oportunidades como mujer, debe travestirse y hacerse pasar por hombre a fin de ganar dinero y alimentar su deseo de algún día poner un negocio propio con sus ahorros. De esta manera Albert Nobbs no entra en un esquema de travestismo por ningún tipo de perversión sexual o mera satisfacción cual Edgar Hoover. Se trata de un ser tan simple y mísero económica e intelectualmente que concluye que su única opción de supervivencia es transformar su aspecto para poder conseguir trabajos que como mujer le son esquivos.
Bajo esta simple pero algo interesante premisa, el director Rodrigo García (amo y señor de los golpes bajos e historias deprimentes que devolverían a la vida a Charles Dickens para matarlo de envidia) alcanza un par de buenos momentos en los que la/el protagonista vive como mujer y hombre, denotando que en la sociedad irlandesa de siglo XIX tan solo la ropa y el sombrero definían el sexo. Pero lamentablemente la esencia no logra impregnar a toda la película que eventualmente se pierde con el complemento de personajes secundarios poco interesantes. Y otro de los principales problemas es que el personaje principal, quizás demasiado fiel a la idiosincrasia de un simple trabajador irlandés de finales del 1800, cuenta con motivaciones muy débiles. Si bien es cierto que para él/ella (enfatizamos en su ambigüedad ya que el mismo personaje llega a creerse que es un hombre) poner una tabaquería con su dinero lo era todo, a nivel cinematográfico y como meta personal no es un gran conflicto que remueva al espectador. Albert Nobbs es sin más una correcta propuesta cinematográfica que sin embargo peca de fría y la emoción no parece estar demasiado presente entre sus fotogramas.