Un grito de liberación
Por Melody San Luis
Cuando terminé de ver El secreto de Albert Nobbs, algo seguía resonando en mi cabeza (algo fantástico por suerte). Me había quedado encantada por varios momentos. Albert Nobbs era un hombre. Realmente veía a un hombre moverse como camarero. Un hombre que a costa de borrar todo tipo de sospecha de ser mujer se oculta bajo el manto de la introversión. Pero, a su vez, en el film vi a la mujer. Un grito de liberación del género femenino recorre el film, intencional o no.
Glenn Close hace un papel excelente. Su personaje es alguien sumamente interesante. Pero más allá de la actuación de Close, lo que me enamoró fue el guión, que si bien está basado en la novela de George Moore, no deja de tener importancia el trabajo del director, Rodrigo García.
Albert Nobbs y Hubert Page (interpretado por Janet McTeer), el pintor, son los personajes más interesantes del film. Ambas son mujeres que interpretan a hombres. Sus historias de vida muestran cómo tras ser violentadas por hombres deciden cambiar de sexo. Es en esta película, a mi parecer, casual el hecho de tener que conseguir un trabajo. No creo que sea ese el objetivo del disfraz, sino más bien lo que antes he mencionado: la mujer opta por ser hombre para protegerse de los hombres.
Dicen que los artistas, cuando vuelven al pasado para traerlo al presente, lo resignifican. En este caso, la vuelta es al Siglo XIX en Dublín. Desde esa época hasta ahora, vemos que los derechos de las mujeres han cambiado, para bien. Pero, sin embargo, cada año somos protagonistas de la violencia que sigue ejerciendo el hombre por sobre la mujer. Ver la vida de Nobbs nos reencuentra con la lucha de un sector oprimido.
La parejita de Helen Dawes (Mia Wasikowska) aparece en el film mostrando la tercera historia más importante de la película. Es en sí la única mujer en la que vemos la violencia de género: las demás fueron narradas por las protagonistas. Aaron Johnson como Joe, pareja de Helen, no logra estar a la altura de los demás actores y queda un tanto descolgado. Resulta poco armonioso verlo actuar. Pero más allá de eso, esta pareja funciona como vehículo para ver los condicionamientos de la mujer. Por suerte, la figura de Mia está bien cuidada y eso hace que el film tenga una coherencia argumental. Aún siendo muy bonita, su participación no está llevada por el lado de la belleza sin más, sino más bien se la presenta como una adolescente que está conociendo el mundo.
Es interesante ver cómo funciona la mirada del niño en la película. Hay un pequeño de clase burguesa en el hotel que aparece al menos dos veces en el film. Una de las veces mira a Nobbs con detenimiento y la otra se queda observando a Page. El pequeño encuentra en esos hombres algo más, ve algo que los demás no.
El film es de por sí algo lento, pero esto tiene relación con la figura de Nobbs. Rodrigo García compara al protagonista con Chaplin y es realmente esa la figura que queda de Nobbs. Es una mezcla de ternura y tristeza, con movimientos puntillosos, lentos y suaves. Muestra a un hombre postergado y luchador.
En ningún momento nos damos cuenta si Nobbs o Pages son lesbianas, pero sí vemos que con el sólo hecho de vestirse como hombres los demás las reconocen como hombres. Ahí observamos cómo ese juego de apariencias hace caer a las aptitudes asignadas socialmente a cada sexo. Se rompe de esta forma con la visión de que la mujer es de una forma y el hombre de otra con el sólo hecho de vestir como si lo fueran.
Si hay algo que no me convence demasiado es ese intento de redondeo que se da a lo último. Esa explicación de cómo termina cada uno de los personajes me parece una subestimación al espectador. Pero más allá de esta simple observación, creo que el film está muy bien logrado y es una muestra de que la visión del mundo va cambiando.