Un fallido relato que explora la cuestión de género en la Irlanda del siglo XIX
Desde su primera aparición en pantalla queda claro que el Albert Nobbs del título no es lo que se dice un hombre sociable. Cuidadoso, obsesivo y obsecuente, Nobbs es un ser patético. Un hombrecito gris que vive para contar -con patológica meticulosidad- sus ahorros y no parece existir más allá del trabajo en un hotel y el cuarto en el que esconde su dinero. Pero hasta el sumiso Albert tiene algo que esconder. Rodeado de sus compañeros sirvientes, hostigado por la dueña del hotel y despreciado por los huéspedes, el personaje que interpreta Glenn Close es en realidad una mujer. Un hecho que, llamativamente, no consigue hacerlo más interesante. Todo lo contrario. Según la actuación de Close, que ya había encarnado a Nobbs en una versión teatral de la historia que impregna el ritmo -o la falta de él-del relato, se trata de un personaje tan rígido como miserable. En pánico por un incidente que podría revelar su secreto, Nobbs empieza a descubrir que podría haber otra vida para él/ella. Una forma de librarse de esa soledad que el director Rodrigo García se empecina en machacar con una insistencia que sólo puede interpretarse como sádica. Hasta los momentos de "triunfo" del personaje son fallidos y si el guión pretendía plantear algún argumento de denuncia sobre el papel de la mujer en la sociedad decimonónica, logra casi lo contrario. Y si la idea era poner sobre el tapete el lugar de la homosexualidad o transexualidad en la Irlanda de aquellos años lo que se ve desmiente las buenas intenciones. Tal vez lo mejor de una historia que produce más aburrimiento que emoción sean las pocas escenas en las que es posible vislumbrar algo de la vida del resto de los empleados del hotel y sus visitantes.
Allí están la siempre excelente Mia Wasikowska (Alicia en el país de las maravillas) como el improbable objeto de cariño de Nobbs, el gran Brendan Gleeson, interpretando a un doctor que le aporta cierta bondad al mundo del protagonista y Janet McTeer, cuyo personaje funcionará como catalizador del despertar a la vida de Nobbs. Claro que la aparición de estos grandes actores queda aplastada por una dirección que los obliga a asumir poses excesivamente forzadas, a girar en torno del personaje de Close que -al igual que McTeer-, consiguió una nominación al Oscar por este papel. Premio que finalmente ganó Meryl Streep, otra actriz que atrajo la atención de la Academia de Hollywood por una interpretación cubierta de maquillaje. Claro que en el caso de Streep se trató de interpretar a Margaret Thatcher en una película menor y superficial aunque jerarquizada-hasta cierto punto-, por su actuación. En El secreto de Albert Nobbs, Close intensifica el efecto opuesto.