Soy lo que soy
Glenn Close, brillante, como un personaje masculino.
Atento pero con una mirada vacía, Albert Nobbs observa minuciosamente todo a su alrededor, con pequeños e ínfimos gestos. En buena parte, porque debe pasar desapercibido: es mayordomo en un hotel en Dublín, a fines del siglo XIX. Y en mayor parte, porque está convencido de que no le conviene que nadie descubra –como reza el título local- cuál es su secreto.
Pero el misterio se acaba pronto para el espectador. Si uno no conociera a Glenn Close, tal vez creyera que Albert Nobbs es realmente un hombre, tal es la caracterización de la actriz de Atracción fatal y Relaciones peligrosas . Igual, la trama de la película, tomada de una corta novela que luego fue llevada al teatro por la propia Close, en 1982, no oculta sino que hace eje en esa dualidad. O, mejor, esa partición en la individualidad del personaje central.
Nobbs guarda con celo las apariencias, así como sus ahorros debajo de la madera del piso de su habitación en el hotel. Su sueño es reunir cierto capital para poder abrir un negocio de tabaco, y hasta fantasea con casarse. Todos sus temores y pesadillas brotarán casi de la nada cuando otro personaje –un pintor que llega al hotel- deba pasar la noche en su cuarto. A partir de allí, Nobbs empieza a cabildear entre la seguridad que le daba su masculinidad y el hecho de ser como es, con ese nuevo personaje como modelo a seguir.
La película de Rodrigo García -hijo de García Márquez (ver contratapa), un realizador al que le gusta vérselas con personajes femenino fuertes, como Con solo mirarte y Amor de madres - no le escapa al melodrama de buen gusto. De todas formas, su estilo no es ambicioso desde lo formal y se mantiene en el tono de una buena serie de TV, un medio en el que ha hecho mucha de su carrera, como director y guionistas ( In Treatment , Six Feet Under ).
Lo que toma como tema es la posición social de la mujer en el siglo XIX. Si el personaje de Close deja de ser quién es , es así porque cree que lo necesita para poder ser quién es , algún día. La película se aboca a lo que comúnmente denominamos libertad, más allá de géneros. La cuestión es aceptar la realidad y, en el caso de Nobbs, su identidad. Para ser más claro: no es que quiere ser hombre, sino que necesitó dejar de ser mujer, que es muy distinto.
En las subtramas es donde la película falla, o no llega a alcanzar el mismo nivel que cuando cuenta con Close al frente. Si las reuniones alrededor de la mesa de la cocina, con los empleados, tienen lo suyo, son la innecesaria apertura a varias subtramas –el botones que llega, el alcoholismo de otro sirviente, la fiebre tifoidea y cómo altera la vida en el hotel- lo que restan interés al relato.
Pero la película está construida para especial lucimiento de Close, que sí, está muy bien y no por actuar como hombre, sino por manifestar con mínimas expresiones y actitudes lo que le sucede a la protagonista.
Close no sólo interpreta a Nobbs, sino que, tras bregar diez años por llevar la historia a la pantalla, terminó coescribiendo el guión y también produciéndola. Se rodeó de un elenco inmejorable –Mia Wasikowska como el interés romántico de Nobbs, Brendan Gleeson, Pauline Collins, Jonathan Rhys Meyers, Janet McTeer, Aaron Johnson- en este filme sobre ser diferente a lo que se es, con los riesgos de ser una persona incapaz de sentir, algún día, la felicidad.