La épica de un padre en busca de justicia es el eje de un perturbador thriller francés basado en un caso real.
El 10 de julio de 1982 Kalinka Bamberski, una chica francesa de 14 años, fue encontrada muerta en la casa de su madre en Alemania, quien -ya divorciada de André Bamberski- había armado una nueva pareja con un médico prestigioso y seductor llamado Dieter Krombach. Lo que en principio parecía un típico caso de accidente entró luego en una zona de duda y fue el padre (interpretado con la solvencia habitual por esa suerte de “Ricardo Darín” francés que es Daniel Auteuil) quien dedicó 30 años de su vida a luchar para que se hiciera justicia.
Esa guerra de un solo hombre contra la burocracia francesa y alemana, contra el sistema legal, contra sus seres cercanos y contra su propios fantasmas tiene una innegable impronta épica que el director y coguionista Vincent Garenq y, sobre todo, Auteuil manejan con sobriedad e inteligencia. Muchos creen que Bamberski está loco, que el dolor de la tragedia ha cegado su capacidad raciocinio, pero él continuará -incluso con el riesgo concreto de destruir su vida personal- hasta llegar a su objetivo. Los años pasan, la situación judicial va cambiando una y otra vez, los personajes envejecen, pero la convicción de no darse por vencido permanece inalterable.
Más allá de que la película está concebida en función del lucimiento de Auteuil -motor y emblema del relato-, Sebastian Koch (como Krombach) y Marie-Josée Croze (como la ex esposa de Bamberski y luego pareja del alemán) tienen sus pasajes de lucimiento en esta crónica de una obsesión que se sigue con interés. Lo que podía haber sido un telefilm aleccionador y a puro golpe bajo se convierte en una más que digna y perturbadora película sobre conspiraciones y pactos de silencio que exponen las peores miserias y las profundas contradicciones de la Europa de las últimas tres décadas.