EL DESENCANTO FRANCES
Francia vive en un raro estado de ebullición, generalmente oculto bajo la superficie reluciente de la civilización europea, y cuyos síntomas obvios son los atentados que se acumulan desde 2015: Charlie Hebdo, Bataclan, Niza. La cultura mainstream se ha hecho eco de este estado de las cosas, ahí está la novela oportunista de Houellebeq (Sumisión, 2015), la demasiado canchera e interesante Nocturama (Bertrand Bonello, 2016), y hasta los derivados norteamericanos medio chantas como Atentado en París (James Watkins, 2016). Sin embargo, el desencanto, y sobre todo la desconfianza de la clase media burguesa de Francia con respecto a las instituciones ha sido expresada en buena parte por revisiones del pasado como Conexión Marsella (Cédric Jimenez, 2014) remake de la obra maestra de William Friedkin Contacto en Francia (1971) que está basada en hechos reales y que marca la línea por la cual transita también El secreto de Kalinka: el drama policial que sirve para abordar el tema de la justicia como concepto relativo, y la crítica aguda a las instituciones encargadas de administrar esa justicia.
El hecho real en cuestión en esta película dirigida por Vincent Garenq es la sospechosa muerte de Kalinka, la hija del protagonista André Bamberski, que ocurre mientras pasaba sus vacaciones en Alemania en la casa de su madre y de su padrastro el doctor Krombach. Bamberski comienza a dudar y a sospechar de Krombach, pero a medida que investiga las extrañas circunstancias de la muerte se encontrará con el obstáculo constante de la corrupción institucional, la ineficiencia y la presión política.
Si hay algo que hace bien Garenq al contar este relato, que aunque sea real es bastante genérico, es narrar con precisión y economía. Nada sobra ni falta, todo se cuenta en relación al hecho principal sin monotonía y logrando mantener cierto relieve de humanidad. La obsesión de Bamberski se vuelve la nuestra, y su tenacidad nos puede parecer insoportable aunque sepamos que es necesaria. Un policial que logre la empatía que logra El secreto de Kalinka tiene allanado gran parte del camino para ser considerada una buena película.
Es también interesante el abordaje que se hace de las cuestiones como la justicia, y sobre todo la llamada justicia por mano propia. Hablábamos al principio del descreimiento que siente parte de la burguesía francesa con respecto las instituciones, y está claro que la justicia no sólo es relativa al punto de vista, es un instrumento del poder que es injusto por definición. Sin embargo, los jueces, la pantomima del juicio y los abogados tienen un poder simbólico al que Bamberski se aferra con obstinación; para un asesinato la condena es el comienzo del duelo. El otro camino es la negación hiperbólica, lo que en este caso le sucede a la ex mujer del protagonista, Dany la madre de Kalinka. Es curioso también cómo esta historia resignifica en su resolución la idea de justicia por mano propia, ni Bamberski ni la realidad claudican en este caso, y es el otro triunfo de Garenq no dejarse llevar por el deseo de venganza tan fácil de satisfacer en el cine. Porque, por suerte, Bamberski ha decidido no ser Charles Bronson en El vengador anónimo.