Sin aliento
La inevitable conjetura semántica llevaría a pensar en la película de Juan José Campanella ganadora del Oscar, gracias al título elegido, quizás con esa intención por las distribuidoras locales. Pero no es el caso de este policial con tintes de denuncia sobre la corrupción judicial en europa.
Es que Au nom de ma fille (2016) pone de manifiesto y desde la contundencia de estar basada en un hecho real, la dialéctica perversa entre el ciudadano de a pie, sea de la clase que fuere, y el sistema institucional donde transita en un absoluto desamparo.
Lo que en un principio podría determinar un relato de venganza con una vuelta de tuerca a la idea de justicia por mano propia, siempre que se siga a rajatabla la motivación primaria que lleva al protagonista a sumergirse en una desigual lucha de 27 años para lograr condenar al supuesto asesino de su hija de 14, en realidad somete a la propia historia y a todo ese sistema empañado de corrupción y poder en el banquillo de los acusados.
Para ese juicio de carácter ético y moral, que trasciende el hecho en sí, no hay defensa o argumento posible, teniendo presente las peripecias por las que tuvo que pasar André Bamborski, contador francés que al enterarse de la dudosa muerte de su hija Kalinka durante unas vacaciones en Alemania, en la casa de su madre y su nueva pareja, un cardiólogo, recoge una gran cantidad de pruebas para llevarlo a juicio bajo la acusación de violación.
La muerte involuntaria de Kalinka forma parte del modus operandi del supuesto violador y desde ese territorio difuso lo legal comienza a transparentar la suciedad del sistema jurídico francés y alemán.
El realizador Vincent Garenq estructura su relato acumulando elipsis y flashbacks durante el largo proceso que comprende décadas de periodos de juicio, apelaciones, rechazos, burocracia, manejo oscuro del poder y una tenacidad que a veces se torna insalubre, tanto para el espectador como para el propio protagonista.
La necesidad del melodrama llega no como golpe bajo, sino como principio rector de una identificación primaria para generar esa empatía necesaria con Bamborski y su trepidante descenso a los infiernos. En ese sentido, el comienzo en 2009 actúa en términos narrativos como un nexo, donde para utilizar un concepto jurídico se invierte la carga de la prueba y a partir de ese detalle, la inteligente conexión de etapas hacen del relato una plataforma de despegue mucho más entretenida y entendible que si hubiese optado por un relato cronológico y lineal.