Esta semana sucedió el lamentable fallecimiento de Gabriel García Marquez; y como esas tretas del destino o locuras de la (des)gracia, el estreno (local, en el interior del país se estrenó la semana anterior) de El secreto de Lucía parece ser de lo más oportuno para evocar aquella invención literaria del “realismo mágico”.
No es que en la ópera prima de Becky Garello abunden los elementos propios de la fantasía; pero aquella atmósfera de pintoresquismo y situaciones bordeando lo increíble, que tan bien plasmaba el colombiano en sus textos, encuentra en este film una de sus formas.
En El secreto de Lucía son cuatro los personajes centrales, o tres y un objeto de deseo irrefrenable. Juan (Carlos Belloso) es un hombre ambicioso aunque no tiene bien claro qué es lo suyo. Quiere triunfar y para eso contrata a un hombre bajito, un petiso, Mario (Tomás Pozzi) al que llamará Juanito y armarán un espectáculo de ventriloquismo (obviamente, el bajito se hará pasar por muñeco).
En un viaje arriba de su colectivo preparado para las giras, conocen a Lucía (Emilia Attias), una bailaora y cantante de flamenco, que parece despierta pasiones a su paso. Ambos caen rendidos a sus pies, y como si fuese poco, reaparece Pedro (Adrián Navarro), un antiguo interés romántico de Lucía dispuesto a reconquistarla.
Los tres pelearan por el amor de Lucía, aunque Mario/Juanito parece correr con desventaja porque ni uno ni otro creen que la chica pueda enamorarse de él.
Garello toma una premisa que, leída, pareciera escapada de telenovelas, pero en los hechos funciona con cierto interés. El principal inconveniente es que ese primer planteo se diluye más rápido de lo que debería, por lo que comienzan a acumularse vueltas de rosca e historia paralelas o antiguas que, aunque eran previsibles desde un comienzo, poco ayudan a que el espectador focalice en el nudo central.
A estos cuatro protagonistas, se le debe sumar un importante elenco de secundarios que incluye a Manuel Vicente, Roberto Carnaghi, Arturo Bonín, el debut del “Turco” Naim (pareja de Attias), entre varios más.
Si estamos frente a un cuadrado amoroso, lo cierto es que, tanto desde el guión como desde la puesta en escena se plagó al ambiente de un aire de “falsa fantasía” por llamarlo de algún modo. No sólo el hecho de una persona haciéndose pasar por muñeco (otra vez el mismo problema de Corazón de León confundiendo bajitos con enanos), el hecho de tres personas peleando por una mujer, y todo el aire artístico artesanal; la construcción de diálogos y el hábitat del film parecieran extraídos del mundo onírico. Los cambios de registro entre el drama, lo pintoresco, lo trágico, y lo policial tampoco ayudan en esta cuestión.
El numeroso elenco pareciera poner empeño en lograr buenas performances, pero tropiezan con textos faltos de carnadura y real emoción.
El secreto de Lucía es a primera vista un film de buenas e interesantes intenciones, pero de resultado fallido y confuso. Aquí también parece una adaptación de una novela del boricua, sino recuerden la gran mayoría de las adaptaciones cinematográficas de sus obras.