La segunda película de Alejandro Magnone nos habla de una inmigrante armenia, en la piel de Norma Aleandro, quien sufrió, vio y atravesó de pequeña el genocidio armenio. Emplazándose en el año 2005, la génesis del film indaga en los conflictos y las problemáticas existentes en vida de personas de una generación hermanada por el sufrimiento y el desarraigo familiar. Producto de una ficción con fuerte anclaje en los hechos históricos que sirven de inspiración, el relato vertebra la universalidad, también siendo lo suficientemente sensible como para instalarse en la particularidad de las experiencias de su núcleo protagonista. No es mérito menor encontrar amabilidad en medio de un panorama tan desolador. Allí reside el acierto de un director, lo suficientemente curioso como para inspeccionar en lo pintoresco de la cultura y gastronomía autóctona, aspectos, tramando lazos afectivos evidentes. Su intención radica en rescatar historias coincidentes con aquel hecho atroz, con miras a la búsqueda de la comprensión acerca de lo sucedido. En 2015 se cumplieron cien años del genocidio armenio; también hemos sufrido nuestros terremotos por estas latitudes. Reinterpretar el sufrimiento de un pueblo, bajo nuestras coordenadas sociales, es sinónimo de memoria, madurez, autocrítica, independencia y evolución. Aspecto a destacar, el film nos convida del regreso al cine de nuestra gran Norma Aleandro, en conmovedor retrato, luego de varios años alejada de la gran pantalla. Acompañan a Norma brillantes intérpretes como Lidia Catalano, Manuel Callau, Héctor Bidonde y Florencia Raggi. “El Secreto de Máro” es un loable hallazgo de la reciente cosecha cinematográfica nacional.