Es difícil poder apreciar un film como El Seductor (The Beguiled, 2017) luego de haber visto la obra maestra, homónima, de Don Siegel, estrenada en 1971.
Calificada como una adaptación de la obra literaria y no una remake, según las palabras de su directora, El Seductor versión Sofia Coppola es un relato refinado, visualmente preciosista y con un cast deseado. Ahora, con esa imposibilidad, a no poder dejar de compararla con la anterior, surgen atisbos de falta de conexión entre personajes, situaciones que se resuelven de manera forzada, dejando de lado la efectividad de la obra de Siegel; aquí el trato de la crueldad, por ejemplo, que alguien cometa una atrocidad pasa al otro día como si nada hubiese sucedido. Circunstancia que en la obra de Siegel estaba mucho más marcado y desarrollado.
Por alguna razón, Coppola quitó algunos tópicos que estaban presentes en la de Siegel y eran fundamentales para continuar haciendo una descripción de los personajes, como la esclavitud, el incesto y hasta la visita de soldados sureños a esta especie de mansión habitada solo por mujeres.
La labor de Nicole Kidman está muy bien; cumple en dar esa sensación de madraza fría y sobreprotectora, como si hubiese creado un submundo dentro del internado en el que, cual nodriza, adoctrina a un grupo de menores mujeres. El mismo rol, interpretado anteriormente por Geraldine Page, era increíble, al igual que lo que ocurre si se compara la labor de Colin Farrell con la de Clint Eastwood.