Sofia Coppola tras los pasos de Eastwood
Virginia, 1864, últimos meses de la Guerra de Secesión. Un internado de señoritas (sólo quedan la directora, una maestra y unas pocas alumnas) en una casona apartada. La más pequeña va al bosque a buscar setas y se encuentra con un soldado herido. Es un enemigo, pero está herido. Ellas lo cuidarán hasta que se reponga, sin decirlo a las autoridades. Será su prisionero. Y será también el que desate otra clase de guerra, dentro de esa casona.
Tal es el contenido de "A Painted Devil", un diablo pintado, novela del norteño Thomas Cullinan, curiosamente insertada en eso que llaman "el gótico sureño". En 1971 Don Siegel la llevó al cine, adaptada por Irene Kamp, Claude Traverse y con seudónimo- el mítico Albert Maltz, uno de "los Diez Prohibidos de Hollywood". Su título local fue "El engaño". En los papeles principales, Geraldine Page estilo Bernarda Alba, y Clint Eastwood, de rostro joven pero ya curtido. Algunos dijeron entonces que era una película misógina. Puede ser. De seguro, era y sigue siendo un peliculón de tremenda fuerza, casi de terror en su parte final.
Ahora Sofia Coppola hace una relectura de la novela. Cuenta casi lo mismo, pero más atenta a las delicadezas del mundo femenino, la contención de la época, las inquietudes sexuales y los sentimientos sutilmente expresados, para todo lo cual muestra buena mano. Exquisita la fotografía de Philippe Le Sourd. Excelente, Nicole Kidman como la bella directora que comanda, reprime, serrucha y cocina. Pero Colin Farrell no pasa de galán carilindo. Falta el personaje de la criada negra, que agregaba tensión al relato. Y la tensión que hay, va demasiado asordinada. Además, casi todas parecen figurines, pero eso no molesta demasiado.