El tamaño no importa
Aunque es un filme apto para todo público, El séptimo enanito esconde todo tipo de insinuaciones sexuales entre las acciones principales.
Si a El séptimo enanito la ve un psicoanalista, seguramente tendrá varias cosas para analizar. Es que en la animación de nacionalidad alemana hay erotismo (cómo presenta a Blancanieves, por ejemplo) e insinuaciones sexuales por todas partes (objetos fálicos, frases con doble sentido, diálogos y situaciones un tanto suspicaces como para estar en una película infantil). Pero todo en segundo plano, dicho al pasar, escondidos entre las acciones principales.
Con una especie de dibujos de inferior, una voz en off nos explica de qué va la historia. En el castillo de Fantabularasa, una princesa recién nacida es maldecida por una bruja llamada Dellamorta: si antes de cumplir 18 años se pincha el cuerpo con algo punzante, queda automáticamente dormida por 100 años, tanto ella como su familia, y lo único que puede romper el hechizo es el beso de un muchacho que la ame de verdad. Por lo tanto, para evitar la pinchadura hasta que cumpla la mayoría de edad, el padre de la princesa Rose le pone una armadura para protegerla.
El joven enamorado es Jack y tendrá que viajar hasta las profundidades del bosque donde viven los siete enanitos, quienes lo ayudarán a cumplir con su misión.
De los siete bajitos, el que sobresale por su torpeza es Bobo, el más pequeño de los pequeños. Es alrededor de él que gira la trama, que además cuenta con un dragón que habla y momentos musicales que son básicos pero entretenidos.
La mezcla que los directores Boris Aljinovic y Harald Siepermann hacen de la Bella durmiente con Blancanieves no es lograda, ya que una de ellas desaparece por completo segundos después de aparecer en pantalla. Las buenas animaciones apuestan a la originalidad, el humor inteligente y la inventiva, y es justamente todo esto lo que le falta a El séptimo enanito.
A muchos de estos dibujitos los deberían ver primero los mayores para después evaluar si llevar o no a los chicos al cine, ya que en este caso se escuchan diálogos confusos como el siguiente: “¿Crees que el tamaño importa?”, pregunta alguien. “Claro que importa”, responden (y el afiche de promoción viene con el tagline “El tamaño no importa”).
También hay que prestar atención a la aparición de Caperucita y el Lobo, personajes que están tapados pero cuyo comportamiento es clave para entender el mensaje no apto para menores.
A pesar de esto, que siempre es discutible, es una película que cree en los cuentos de hadas, en el amor verdadero y en la amistad.