Mezcla animada
Es jugada la combinación de “Blancanieves” con “La Bella durmiente”, y los toques de modernización.
Cada cual puede contar la historia como mejor le guste, y los directores de El séptimo enanito adaptaron -o mejor, abrevaron en- Blancanieves y los siete enanitos para construir, entonces, una historia propia. Distinta. Y que amalgama a los enanitos con La Bella durmiente.
Demostrando que hacerlo no es privilegio exclusivo de Disney, que hace lo que quiere con los relatos clásicos, de Aladdin a La Bella y la Bestia, ¿por qué los alemanes Boris Aljinovic y Harald Siepermann no podían hacerlo?
En un castillo, la princesa del cuento está por cumplir 18 años, y según el hechizo de una bruja malvada, llamada Dellamorta, si se pincha el dedo antes de llegar a la mayoría de edad, todo el reino caerá en un sueño profundo. Y no pregunten cómo, pero uno de los enanitos mete la pata, la princesa se pincha y todo el reino -menos los enanos- caen en el sueño profundo. La única manera de romper el hechizo del sueño por cien años es llegar hasta el castillo de Dellamorta. Allí está Jack, sí, el muchachito que despertará a la princesa Rose con un beso de amor. Pero está secuestrado por Dellamorta.
El asunto no es el cruce de cuentos aquí, sino la animación en sí, que no es ni tan fluida ni colorida como la de la empresa del ratoncito. Lo que sí tiene es variados giros humorísticos y de modernidad en la trama y las acciones, lo que de alguna manera hace a un acoplamiento (perdón), como manteniendo un esquema o un plano tradicional aggiornándolo con citas del presente.
La película está destinada a los chicos de no más de 10 años, aunque el ritmo no decae y algún hermanito mayor puede acompañarlos, y hacer así una salida familiar completa. El pochoclo ayuda.