Sin enanos no hay paraíso
Cuando la película Shrek (2001) tomo en solfa los clásicos cuentos infantiles, todo un universo se abrió para una línea de películas que vislumbraron la posibilidad de un negocio que no solo sería para niños y niñas, sino que también apuntarían a un público adulto, ávido por poder reírse por primera vez de las fábulas con las que se educaron. El séptimo enanito (Der 7bte Zwerg, 2014), animación alemana dirigida por Harald Siepermann y Boris Aljinovic, llega en este contexto y con el agregado de ser una de las películas más taquilleras de su país.
Todo se inicia cuando una malvada bruja (Dellamorte) se obsesiona con la bella princesa Rose (con un parecido a Elsa de Frozen, una aventura congelada muy notorio) a quien desde su nacimiento se la protege para evitar caer en la amenaza que pende sobre ella. Encerrada en lo alto de un castillo y provista de una armadura, Rose debe evitar ser pinchada por una aguja antes de cumplir sus 18 años. Si eso sucede caería en un sueño eterno.
Enamorada de Jack, a quien cree el único capaz de “sacarla” de su sueño. Si llegase a pasar, el joven la pretende pero ante la reticencia del rey a que se relacione libremente con sus amigos, la pareja decide que la guarida de los enanos funcione como refugio para poder preservarse de cualquier ataque de Dellamorte. Pero todo se complica cuando uno de los siete enanos, llamado Bobo, torpe por naturaleza pero en el fondo muy noble, durante la fiesta de cumpleaños número 18 de Rose y casi a punto que se termine la amenaza de la malvada bruja, se termina congelando y finalmente Rose cae en el letargo tan temido. Jack, secuestrado por el oscuro dragón de Dellamorta, intentará cambiar los hechos.
El séptimo enanito peca de ingenua en algunos momentos en los que, con mucha más ironía, la resolución de algunas situaciones planteadas podría haberla ayudado a ser más original y divertida. Sus 87 minutos son una eterna tortura. Todo en ella suena a ya visto, pero no porque tome a clásicos de la literatura universal para inspirarse, todo lo contrario, en su base hay una falla: intentar hacer algo ya visto pero sin pasarlo antes por un nuevo tamiz y reinventar su universo.
Hay dragones que cuidan oscuros tesoros (igual que en Shrek), hay una mala que posee más que una similitud con La catrina de El libro de la vida (2014), pero principalmente hay una trama que la emparenta con Frozen, una aventura congelada de la que no pudo obtener su ambición por recuperar el melodrama y termina convirtiéndose en un producto kitsch, con una animación en 3D primitiva, canciones desafortunadas y pocas imágenes atractivas visualmente.
Es una lástima que no llegue al país, al menos en alguna de sus funciones, su versión original con subtítulos, porque quizás al poder escuchar la interpretación vocal de Nina Hagen como Dellamorte, hubiese sumado a una película tan monótona, tediosa y sin razón de ser.