Cuesta entender cómo una superproducción en la que participaron tantos artistas talentosos puede resultar tan decepcionante como El séptimo hijo. Un director ruso nominado al Oscar como Sergei Bodrov (Prisionero de las montañas, Mongol), dos guionistas con sólidos antecedentes como Charles Leavitt y Steven Knight (Promesas del Este), un maestro del diseño como Dante Ferreti (habitual colaborador de Martin Scorsese) y un experto en efectos visuales como John Dykstra (Star Wars) no lograron ni siquiera encaminar un relato que parece un burdo reciclaje de El señor de los anillos o Jack, el cazagigantes.
Pero más triste aún es ver a notables intérpretes como Jeff Bridges (encarna a un caballero que parece como si tuviera una papa en la boca a la hora de intentar un acento inglés) y Julianne Moore (que en pocos días más podría ganar el Oscar) sometidos a personajes que están al borde del (o directamente en el) grotesco no buscado.
Es que lo peor de este film sobre cazadores de brujas no es que sus escenas de acción con imágenes sobrenaturales sean apenas discretas o que la subtrama romántica entre el séptimo hijo de un séptimo hijo que es el aprendiz de Bridges (Ben Barnes, visto en Las crónicas de Narnia) y una joven y bella hechicera (la sueca Alicia Vikander) no funcione, sino que ni siquiera hay un mínimo atisbo de humor que relaje un poco una seriedad, una solemnidad mal entendida. En definitiva, un producto cinematográfico decididamente fallido.